Diario de León

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V uelvo a la carga con el asunto sanitario porque, aunque la pandemia es una realidad desde hace ya meses y a todos nos queda meridianamente claro a estas alturas, tengo la sensación de que el coronavirus se ha convertido en uno más. Sí, sabemos que nos ronda, que anda cerca, que nos puede tocar en cualquier momento. Pero de tanto hablar de él lo hemos normalizado hasta el punto de convertirlo en una especie de ‘alguien más’ con el que convivimos a diario. Parece que nos hemos olvidado de que, hace seis meses, nos obligó a meternos en casa, a teletrabajar, a vivir —o sobrevivir, según qué caso— como nunca antes los habíamos hecho. Impensable sólo unas semanas antes.

Pero bueno, que me disperso y yo lo que quería era hablar de la sanidad. Otra vez, sí. Porque mientras observo, entre otras cosas, terrazas llenas de gente y aglomeraciones innecesarias en las que la distancia de seguridad no se respeta ni por asomo, he podido comprobar que la atención primaria sigue a su bola. Como ajena a esta locura. Manteniendo todas y cada una de las recomendaciones sanitarias más que a rajatabla y muy por encima del sentido común. Ya no voy a hablar de los consultorios rurales, que ya lo hice hace semanas y por lo menos el que a mi me toca sigue como estaba. Hablo de tener que acudir al médico por una urgencia, por ejemplo, y esperar a una llamada telefónica ahí mismo, a las puertas de la consulta, a la que no se puede entrar por precaución porque, claro, nunca se sabe. Y está bien, pero atender así a un paciente, por teléfono, sin salir a mirar aunque sea de lejos, pues resulta de lo más extraño, la verdad. Increíble. Y ya no les digo nada de recetar un antibiótico. Digo yo que quien hace eso no irá al súper a comprar ni se tomará tampoco una cerveza en una terraza, ni mucho menos en un bar, porque eso también es acercarse demasiado a alguien y con mucha menos razón.

Y todo esto me lleva a preguntarme algo todos los días: ¿Nadie va a poner algo de sentido común en todo esto? Y otra más: ¿De qué vamos con tanta incoherencia? Y ya la última, venga: ¿A dónde queremos llegar? Esperen, que me queda otra más en el tintero y acabo, lo prometo: ¿Soy yo la única a la que le resulta todo esto de lo más surrealista?

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