¿Quién es Messi?
No sólo Miguel Bosé parece ir envejeciendo mal; también ese futbolista que atiende al nombre de Lionel Messi y que, al parecer, sucedió en el trono del Olimpo balompédico al dios anterior, Maradona, otro que envejeció fatal. Es cierto que, de una u otra manera, todos envejecemos mal, pero es la vida vivida la que nos arroja a ese estado, y no la eventualidad, siempre superable, de encajar ocho goles en Champions y hacer un poco el ridículo.
Messi, aunque es bajito y tiene cara de niño, va envejeciendo para la práctica del fútbol a sus 33 años, pero en su mano estaba, o en sus pies, hacerlo digna y lentamente. ¿Cómo? Muy sencillo: olvidándose de ganar siempre. A partir más menos de su edad ya no se puede aspirar a vencer todo el rato, en todo, todos los partidos, todos los títulos, todas las botas de oro, y menos cuando el equipo de uno es uno y diez más, y cuando el fútbol vuelve a ser, jubilados los Xavi, Iniesta o Pirlo, una cosa de deslomarse a base de fuerza y velocidad.
Ahora bien; lo que parece sencillo, ese irse acomodando a la cambiante realidad porque no queda otra, no lo es tanto en equipos como el Barcelona o el Real Madrid, donde sólo vale ganar, y lo que no es eso es tragedia, caos y amargura. Algo infantil hay en esa débil capacidad de asimilar la frustración, y Messi, que tiene cara de niño, encarna como ningún otro jugador galáctico esa desventurada figura. Necesita rodearse, dice, de un equipo ganador, pero olvida que el que hacía ganador al equipo era él, y que su estrella, como todas las estrellas un día u otro, se está apagando.
Ese tal Lionel Messi se despide a la francesa del Barça, el equipo que le crió y cuyo escudo besó tantas veces en las maduras, pero no será por dinero, pues también le hizo multimillonario, lo suficiente y sobrado para defraudar unos cuantos millones a Hacienda, si bien los tres delitos fiscales por los que fué condenado no empañaron, a ojos de la ciega afición, su carisma. Se va, porque acabará yéndose pese al actual forcejeo con la disparatada dirección del club, porque, dice, quiere seguir ganando títulos, como si fuera el Barcelona F.C. el que se está haciendo viejo, y no él. El, claro, y los diez que le acompañaban, pero éstos parecen asumir mejor el paso del tiempo.
Pero, a todo esto, ¿quién es ese Leonel Messi? Un chico que corre detrás de un balón. Y detrás también, inútilmente detrás, de la quimera de seguir siendo dios por los siglos de los siglos.