Diario de León

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Nadie inventó el jardín vertical que nos vino tan de moda a las ciudades anteayer y, por lo demás, costoso y antinatural al pavearse entre tropical, apretao y hortera. El verdadero jardín vertical se inventó hace muchos milenios en los tajos de la roca madre, farallón de desfiladero o acantilado donde parece increíble que nada pueda vivir y menos sobrevivir y, sin embargo, aquí mismo, en estas montañas, verás crecer a su bola cascadas de hiedra, repolludos matojos, chorreras de helecho, bonsais de roca, penachos de hierba caballar, crines al viento... y lucen tal esplendor natural porque jamás vieron ni de lejos al jardinero municipal de cartabón y podadera, ni al urbanista miniecologista con la chorra al aire y máster en arquitectura del paisaje, especie invasiva. El Oráculo de Pedrún echó una vez maldiciones temibles a quien se atreva a tocar esos jardines sin vértigo que tanto fascinan al viajero de mirada curiosa cuando desfila tranquilo por Los Beyos o por el niño Cares agargantado. Son los seductores guiños de un milagro.

Después, ese jardín tomó posesión de los farallones del hombre, muros o murallas donde nadie puede impedir que crezca floripondio, líquen, musgos o plantas de pared en toda grieta u oquedad, pudiendo prosperar en ese imposible hasta la recia encina arbolada que vi (y mataron) en la cima del muro ruinoso de una ermita en lo alto del Curueño bajo. Y es que la muralla imita a la montaña quizá porque lo único que buscan las dos es cortar el paso y solo permitir que unas plantas heroicas puedan escalarlas; y las tórtolas, claro, riéndose. Las murallas de León lucieron desde los romanos moños verdes o floridos, líquenes y melenas de planta muraria entre sus piedronas y morrillos. Eran su sonrisa viva que en vano se intenta desollar con agresiones costosas, pues vuelve a salir y crecer en su ley y su sitio para gozo de empresas restauradoras: habrá más tajo y tajada.

La de Era del Moro era ya la única muralla con verdad histórica. Y galas verdes, modesto jardín vertical que un japonés esculpiría. Y ya no está, se arrasó.

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