Diario de León

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Por si no tuvieramos suficiente con la fatídica ley de Murphy según la cual todo lo susceptible de emperorar termina irremisiblemente empeorando, la grey política que padecemos parece empeñada en reivindicar la vigencia de algunas de las mas celebradas sentencias políticas de Groucho Marx. Y no me refiero a aquella de que «estos son mis principios, si no le gustan tengo otros», que no necesita reivindicación, ya que es absolutamente consustancia al ejercicio del noble o no tan noble arte de la política.

Lo que ocurrido en España -no solo en España, pero aquí hablamos de lo nuestro- desde que irrumpió la pandemia ha hecho y sigue haciendo cierta otra célebre definición marxiamna: «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados» . En ella se puede reconocer tal cual tanto a los que nos gobiernan -ya sea en a nivel estatal o autonómico- como a los que ejercen la oposición en sus diferentes ámbitos. Por fas o por nefás, nadie ha estado a la altura de las circunstancias de la magnitud de la tragedia sobrevenida, y unos y otros de forma más o menos descarada no han dudado en anteponer sus mezquinos intereses partidistas por encima del interés común que la situación reclamaba y reclama.

Ocurrió con ocasión del confinamiento y de las sucesivas prórrogas del estado de alarma, alguna de las cuales estuvo a punto de no aprobarse, con la crisis institucional y sobre todo sanitaria que ello hubiera supuesto. Volvió a ocurrir durante la desescalada (ahora sabemos que acelerada con más urgencia de la aconsejable en aras de mitigar los tremendos estragos económicos de la pandemia) y ha sucedido cuando el gobierno central cedió la responsabilidad a las comunidades autónomas. Y estamos en las mismas cuando, lejos de remitir, la Covid-19 ha rebrotado, y de que forma, justo al inicio del curso escolar y a pocas semanas de la cita con la gripe anual.

En el colmo de los desprópositos y de la infamia política se ha incurrido en algo tan abominable como el de utilizar los muertos (en Castilla y León no 4.000, sino cerca de 5.300 contabilizando tanto los fallecidos con dignóstico confirmado como por causas compatibles) como arma arrojadiza para atacar al adversario o, como ha sido el caso en esta comunidad, para desviar responsabilidades políticas propias. Maldita gracia tiene que una frase de un genio del humor como Groucho haya cobrado plena actualidad entre nosotros...

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