Diario de León

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Javier Izquierdo tenía prisa por volver a Valladolid. Se le hacía tarde al delegado del Gobierno y en cuanto la cosa se puso seria cogió las de Villadiego para irse a la capital, esa que no lo es en realidad, pero que se califica como tal en las tarjetas de visita. Esto de la mesa es una comida de negros cuya sobremesa se convertirá en el Rosario de la Aurora antes de que acabe el año. Izquierdo hizo mutis, por lo visto, cuando el resto de comensales pidió que la pasta, sobre la mesa, que si no ¿para qué nos sentamos? dicen que exclamó Humildad, la jefa de todo esto. Los empresarios —se nota que ya piensan en que aquí hay poco que hacer— urgieron a poner en marcha cuatro proyectos con los que León se convertirá en grandísima ciudad: periclitar la autovía con Valladolid para hacer negocios rápidamente en Castilla, poner en marcha la Ponferrada-Orense, acabar el palacio de Congresos, ese que la crisis dejó en un mero recipiente de exposiciones, y hacer algo con el Emperador. Si ¿no? Y aquí paz y después gloria. Total, que lo que quiere la Patronal es obra pública, y eso, en plena resaca del virus, cuando ya nos deberíamos haber dado cuenta de que hay una sola ciudad, una que habita en un lugar levantado sobre algoritmos, una a la que se desembarca en la alta velocidad de la ciencia, de la tecnología, de la creatividad —el ocio nos salvará de nosotros mismos— ese que nos mantendrá distraidos cuando los Erte comienzan a derrumbarse y las empresas que no puedan despedir presenten concurso de acreedores.

Pero, a lo que iba, que ni dinero, ni siquiera un poco de tiempo nos dedica el Gobierno, que al final esto del noroeste es un concepto maldito por un hechizo de afasia. Todo el que trata de aprehenderlo en palabras corre el peligro de que lo tomen por loco o, peor, por leonés. Lo que no se puede decir, no hay que decirlo.

¿Recuerdan el convoluto? Lo utilizó Guido Brunner para hacerse la tonta Pili, que es lo que pasa con los de la Mesa. Pues todo esto de la mesa es excatamente eso, un convoluto para distraernos de la que se nos viene encima.

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