La mesa coja
La gente tiende a opinar que se estudia Filosofía y Letras para pensar más o mejor y en realidad se hace para no pensar de más, que es a lo que todos tendemos en cuanto algún asunto nos preocupa o nos concierne de veras. Pensar menos, con criterio, a partir de los avances que otros hicieron antes que nosotros, centrando el objeto de nuestra reflexión en algo concreto y teniendo en cuenta la tradición anterior. Dentro de ese no pensar de más entra, claro está, no volver a transitar por caminos inútiles o cerrados por la espesura, evitar errores del pasado, eludir inútiles reincidencias, porque todos sabemos que hacer lo mismo de la misma manera siempre lleva al mismo resultado. Humildemente recuerdo esto no por capricho sino al hilo de los ocho expertos que componen el comité asesor de la Mesa por el Futuro de León, pactados por patronal y sindicatos, entre los que hay economistas, empresarios, biólogas y arquitectos, en perfecta paridad de género, pero ni un solo historiador, periodista o filósofo.
Las fases de ascenso de la Cultural y las Mesas por el futuro son dos de los enigmas leoneses por excelencia. Así que ni siquiera voy a hablar del aspecto de mesa petitoria que tiene desde el principio este pacto por nuestro porvenir, el cual sacó en claro de su primera reunión que falta inversión estatal y presentó un logo. No es un mal principio, porque tiene por delante una posibilidad de progreso infinita, las esperanzas permanecen intactas. Con todas las administraciones que nos han llevado a estar como estamos, atentas, uno está bastante convencido de que las reivindicaciones y planes que articule este ente no caerán en saco roto y serán atendidas con toda prontitud.
Ya digo que no tengo muchas dudas sobre el éxito de esta mesa. Mi recelo es sobre la ausencia entre el comité de expertos de algún pensador, un humanista o una mujer de la cultura, uno de los sectores en los que León despunta. Para no pensar de más. Es el tradicional desprecio español por las Humanidades, cuando estas sirven para muchas cosas. Recordemos a aquel ministro cordobés que abogaba en las cortes franquistas contra los estudios de lenguas muertas en la enseñanza, preguntando: «¿Para qué sirve el latín?». «Por de pronto», le respondieron, «para que a los de su pueblo, Cabra, les llamen egabrenses». No sé si me entiende.