También hay leones amables
He ido a ver la escultura del león saliendo de la alcantarilla. Había mucha gente haciéndose selfis con ella, pero esto no significa nada en sí mismo. Es una pieza en la línea figurativa del Gaudí que lee el periódico frente a Botines. Las hay similares en otras ciudades, mobiliario urbano que humoriza la calle. Nada que objetar, si se jerarquiza en sus justos méritos estéticos. Y me alegro si a sus dos coautores les ha proporcionado unos ingresos, en estos días oscuros. El arte es logro infrecuente. Por ello, nadie consigue ser artista en todos sus trabajos. Ese es el gran misterio, que no debe ser confundido con la aceptación crítica o con la popularidad. Y otra cosa, ¿por qué nuestras esculturas de leones -en piedra o en bronce- han de tener siempre expresión de aquí te pillo, aquí te zampo? También los hay amables. Este de ahora, por su gesto fiero, dudo que se deje tocar el hocico como San Froilán la nariz. «Con la que está cayendo no querrá, Aguirre, que cante Hakuna matata», se me espetará. Vale. Eso, tampoco. Pero si somos tierra hospitalaria, ¿por qué el de Eras nunca ruge en amigable? Y a los de Víctor de los Ríos, en el puente sobre el Bernesga, no querría uno encontrárselos ni respetando el metro y medio de distancia. Un león no ha de parecer agresivo, sino valiente y noble. Cómo no recordar a Aslan, ideado por Lewis, para sus bellas Crónicas de Narnia. Ojalá contemos algún día con la escultura de uno con semblante cordial, que sea arte y reflejo de nuestra raíz democrática. Somos la cuna del parlamentarismo, no los inventores del garrotazo y tentetieso. Ahí le dejo el reto a los coautores de nuestro último león rabioso.
Cuando don Quijote ordena que le abran la jaula del león, para vencerlo con su espada, este primero bosteza, luego le enseña las traseras y acto seguido vuelve a su siesta. Pura templanza real. «¿A mí leoncitos. y a tales horas?», había retado el hidalgo.
¿Y es arte la escultura de un extraterrestre que un desconocido ha instalado junto a San Marcos?, me preguntará mi lectora ufóloga. Le agradezco que me haga la pregunta, pero esta columna de hoy ya no da para más rugidos. Solo diré, parafraseando a don Quijote: ¿A nosotros marcianitos, y a tales horas?