Diario de León

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China declaró la guerra a los gorriones a finales de los años cincuenta. Convertidos en ‘enemigos del pueblo’ porque se comían las cosechas, a los pardales los mataban de agotamiento. Hombres, mujeres, niños, ancianos, armados con tambores, fanfarrias, cacerolas y cualquier cosa que sirviera para asustar a los pájaros dejaban a diario sus aldeas y se lanzaban a los campos durante horas. El régimen de Mao Zedong, el Gran Timonel que promovía el Gran Salto Adelante para igualar a las economías capitalistas, les ordenaba hacer todo el ruido posible para evitar que las bandadas se posaran a descansar. Y los pájaros caían del cielo cuando se quedaban sin fuerzas.

Pero el campo también se llenó de cebos venenosos, para espanto de los conejos y los lobos, de las palomas y los corderos. Los cazadores se hartaron de disparar perdigones. Y los más atrevidos trepaban a los árboles para destrozar los nidos.

Así fue como millones de gorriones desaparecieron.

Dejaron de volar las bandadas. Y aumentaron las moscas y mosquitos -otros enemigos del pueblo, qué paradoja- porque las avecillas de plumaje pardo no solo se comían las semillas cuando podían, también se alimentaban de los insectos.

Cuando las autoridades se dieron cuenta de lo importantes que eran los gorriones, casi exterminados, nubes de langostas devoraban sin misericordia las mismas cosechas que querían proteger. Y, lo recuerda Domingo Marchena en un artículo en La Vanguardia , fue necesario importar colonias de gorriones de la Unión Soviética en secreto para restablecer el equilibrio ecológico.

Leído así, la historia parece una vieja fábula de Samaniego. El Salto Adelante, escribe Marchena, fue un salto al vacío. Y me viene a la cabeza el título de un libro de Fermín López Costero, Cuando los gorriones corrieron detrás de los halcones, que habla de la revuelta de los irmandiños contra los nobles que los oprimían, allá por el siglo XV. Porque en estos tiempos de pandemia, en este año nefasto donde la política se ha convertido en un obstáculo para solucionar un problema mayúsculo, todavía hay quien culpa a los gorriones o teme una revuelta de los irmandiños porque no ha entendido que el virus, y solo el virus, es el verdadero enemigo del pueblo.

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