Cerrado por derribo
Tras encargar concienzudos estudios, planes estratégicos pormenorizados y análisis de potencialidades, el negocio más inmediato de esta provincia se encomienda a desmantelar el pasado antes de que nos atrape el futuro. No hay otro proyecto con mayor horizonte, como demuestra el anuncio esta semana de Endesa de los 62 millones de euros que invertirá en desmontar la central térmica de Compostilla, a los que se suman los 13 millones de inversión directa y 11,65 millones de beneficio inducido en la zona de La Robla que contempla Naturgy para la «demolición selectiva» de las chimeneas que dibujan las volutas de humo de la postal que patenta desde hace medio siglo la mirada al noroeste de la capital leonesa. La suma supera con creces las publicitarias campañas de promesas políticas, jaspeadas del adorno de la instalación de empresas subvencionadas que en raras ocasiones salen bien y en la mayoría salen Vestas. Pero no hay comparación. Saben que tenemos experiencia cuando nos ponemos a desmantelar.
El sello de calidad adorna a un territorio que en el último medio siglo ha desmontado sus sectores productivos con voluntad suicida. El empeño llevó a León a sacrificar la cabaña de vacuno de leche supeditada a unos cupos en los que, sin una estrategia nacional a largo plazo, hemos terminado por importar el producto, después de cerrar el 98% de las cuadras, abandonar a los ganaderos a la usura de la industria y convertir a la montaña en tierra quemada. El modelo del abandono incentivado a una población envejecida, que veía cómo le adelantaban los ingresos sin deslomarse hasta la jubilación, encontró acomodo en casi todos los cultivos tradicionales, mientras los sucesivos gobiernos españoles pasaban de conservar los cupos como estrategia porque la agricultura y la ganadería sonaban a paleto, no como hizo Francia; ahí están los resultados. Capítulo aparte merece la entrega de los recursos naturales, como el agua, y sobre todo la minería, cuya reestructuración se arrastró desde que en los años 80 se entregó Sabero: el espejo en el que se han tenido que mirar el resto de las cuencas pese a los engaños políticos reiterados, y como podría acabar por suceder con la pizarra, como alerta el amigo Ígor.
Cuando nos ponemos, no hay quien nos pare. Cuando hayamos acabado con todo, sólo nos quedará el cartel de cerrado por derribo.