Diario de León

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Vivimos una época en que hay que repetir las obviedades. Las verdades del barquero resbalan sobre las engrasadas pellizas ideológicas que nos echamos sobre los hombros para que nada nos cale, para no ver más allá de lo que políticamente nos interesa, como si de verdad creyéramos que la moneda de la razón siempre cae del mismo lado.

Quizá la factura que pagamos por tener redes y autopistas de la información haya hecho, como predecían los agoreros de la tecnología, que arruinásemos nuestro sentido común. El bizantinismo de discutir nimiedades hasta el infinito para tapar lo esencial —que no nos ponemos de acuerdo ni en la hora a la que sale el sol— está condenando a un país antaño integrador a partirse en dos bloques enfrentados. Posturas enconadas, agresividad verbal manifiesta en las redes, gestos públicos provocativos están a la orden del día en nuestra actualidad nacional. ¿Beneficia a alguien este frentismo? Lo único claro es que perjudica al común.

Demasiadas veces, cultivamos gestos morales por postureo y apariencia sin darnos cuenta de que al hacerse tan corrientes se convierten en mera retórica vacua, desprovista de algún significado. Pero estamos tan a gustito con la pantomima de estar en el lado bueno, durmiendo con el bien a nuestra vera, en la orilla correcta para contemplar el transcurso de la historia. Los malos son los otros siempre, sin ninguna sombra de duda, puros cavernícolas o perroflautas asilvestrados a los que no se puede presentar a las visitas. Esa mentalidad haragana en blanco y negro, para la que no existen los grises, está imposibilitada no solo para la concordia sino para negociar apoyos, llegar a pactos o uncir a la pareja para que tire del carro.

Y nada es más necesario ahora que un esfuerzo común y concertado. Sin mayorías, tocados por la pandemia y con la economía por los suelos, es hora de que estos políticos de mierda que hemos elegido se enteren de que ninguno está en condiciones de imponer nada porque así lo hemos decidido los votantes. Disculpen el exabrupto, pero el mensaje de las urnas es transparente: deben buscarse acuerdos para gobernar; si con los afines no alcanza, hablen entre ustedes. Está clarete gas. Lo que sea imposible de concertarse, déjenlo de lado ahora, sin duda no es prioritario porque es ideológico. Gestionen. Solucionen problemas, en vez de crearlos. Dejen de discutir. Hemos votado gris.

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