Diario de León

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Tenemos otra esculturita infame que añadir a esta colección urbana de piruetas artísticas -¿artísticas?- y plagios baratos, un otro espanto plástico que nadie del entorno -que ya la bautizó como  El Cagón de Eras-  sabe decir qué significa o representa en su horrendo pedestal de ladrillete, ni quién o por qué lo instaló en esa pradera-jardín de Eras de Renueva que mira a la Junta y a San Marcos no lejos de ese otro esculturón patriota de chaparretes cazurros sin pescuezo intentando pinar un pendón cuyo mástil se comba como la caña de pescar que atrapó un gran merluzo.

Pordiós, Eloína, ¿a quién se le ocurrió ponerle trapo de bronce al pendón, si pesa tanto como la deuda nacional?; además, siendo de metal ese conjunto, jamás lograrán izar su pabellón quedándose en el intento para siempre, qué destino. No es buena señal... ¿Encierran profecía las esculturas que hoy rebañean campeando lo urbano?, o peor, gafura... ¿y no urge ya una rogativa civil para desengafar esas no menos de quince que todos tienen en mente?... qué se yo, Eloína, regarlas con agua de peruco, hacerles exorcismo genariano plantando cabezas de ajo en sus córners o envolverlas con papel de regalo por si alguno se las lleva en la nocturnidad... ¿y velarlas con lienzos morados al menos cuarenta días como se hacía con los santos y los cristos en las antiguas cuaresmas y pasiones?, sería una tregua sanitaria para los ojos horripilados del bendito ciudadano... alguna se merece incluso la venganza del pueblo pasmao al que nadie consulta en este vicio de plantar las esculturas que le salen del nabo al corregidor de turno: un emburrión, hale, y ay, se me cayó... sobre todo, la de ese caganer; ¿de qué forraron ese garabato esquelético?, ¿de vendas de momia o de papel higiénico emplasturrao?... no, si miras bien se trata de esos pegotones de toallitas y compresas que taponan las alcantarillas... ¡qué horror estomagante el de la primera parte contratante!... ¿sabes lo que te digo?, que si mañana viene un pijo haciendo carreritas por ese polígono y estrapaya el coche contra ese engendro, no sentiría ninguna pena... por ninguno de los dos.

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