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Tenemos una sartén que no tiene mango y el mango de un cuchillo que perdió la hoja. No sé cómo haremos migas esta noche para cenar. El mango de la sartén nos lo embargó en juicio el banco al no poder pagar su hipoteca arruinados por la pandemia; y no se llevó la sartén entera porque una vieja ley establece que ni los cacharros de cocinar ni la cama pueden embargarse en ningún caso; del resto no se libra ni el retrato de la abuela. Tampoco sabemos por qué el juez no consideró el mango como parte esencial de la sartén, estimando el criterio de la defensa al demostrar que su cliente, y solo él, no soltó en ningún momento el mango de esa sartén. Y en cuanto a la hoja del cuchillo, se la han requisado a este pueblo, aturdido y airado ya, al necesitarse todo metal para fundir y fabricar cañones con los que matar a una microscópica  mosca  que se ríe de controles perimetrales y agradece las alas que le dan a lo bobo tipos como Trump, que Dios confunda por hacerle militar en su obsesión evangelista de poder total:  God save us and make America great again ... ¡ay, madre, qué pasará en este « martes despues del primer lunes de noviembre ». Porque la epidemia de chulos, tan broncos como idiotas, no es menos voraz; les sobra gente que pide salvadores con simplezas prometiendo perpetuar este cuento y tren de vida, aun sabiendo que el cuento avanza a un colorín-colorao en el que ya no salen perdices, sino cuervos, dándoles igual que les saquen los ojos si ya van ciegos a la vida y solo despiertos a la fantasía que pinta ese dinero gordo contado en unidades monetarias llamada s bárcenas, pujoles, ronaldos ... o los  juancarlos  acuñados hasta en moneda oficial, dineraco que solo viene de imposibles loterías y, más posiblemente, de la mano del ladrón en altas políticas y negocios.

Y ahora que además falta la harina, la mohína se hace violencia callejera que sarpulle y se desata en ciudades. A esas algaradas acuden eufóricos el fascista redentor, el radical iluminado y el que se apunta al pillaje. Y al ir todos a pillar, hacen muy buenas migas, o sea, que así las cosas, tampoco mañana cenaremos.