Diario de León

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Anegaron nuestros valles para soltar agua a los páramos, desecaron los acuíferos que dan vida a las montañas, arrasaron espacios protegidos para pagar lo prometido a los empresarios del carbón, amenazan con separar las cumbres del cielo que nos protege para que las compañías eléctricas puedan arrancar energía a los dioses del viento. Y ahora, ahora reclaman la inhumación del resto de los valles. Se lo exige la Diputación de Valladolid —y lo firman medio centenar de asociaciones— a la CHD. Disculpen, pero ¿Tienen las diputaciones competencias en obras de regadío y, además, fuera de su provincia? ¿Dónde queda la lealtad institucional? ¿Se creen que pueden promover obras fuera de su territorio?

La Diputación ya dejó claro en verano que el agua de León, para los leoneses pero otra cosa son las razones ecologistas. Aquí necesitamos agua porque nos la roban —ahí están los Payuelos regando el páramo castellano— pero sumergir la provincia y perder espacios protegidos no es la manera. No es esto, que decía Ortega poco antes de que la República saltara por los aires. Hay varios bienes a proteger: la agricultura es uno de ellos, pero si atentamos de manera generalizada contra la vida, la vida se cobrará la factura.

Este es, además, un buen momento para despistar y perder la partida. Ahora que tenemos a la provincia acogotada entre la Mesa contra León, el desvarío de Pajares, la invasión de los molinos y la pinza entre Mañueco y Courel —¡Qué tío! sí, le recordarán por declaraciones rayanas en la inteligencia; mis preferidas: «No todo el dinero se va a emplear en sueldos», «el gallego es lengua oficial» o «El Bierzo no viene a dividir»— sería un momento ideal para que convirtieran la provincia en un lodazal para el disfrute del resto de la comunidad. Es la manera de fundirnos en una entelequia, una de esas ideas que a fuerza de repetirse pierde el significado. Y ya saben que si no hay verbo, la realidad se desvanece.

No he oído decir nada ni a Turrado, ni a Matías Llorente ni a Apopinar Castellanos. Supongo que están preparando el contraataque, pero han pasado ya 48 horas y el silencio es una forma de comunicación.

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