El edicto de bronce
Sufren problemas de memoria. Se les olvidan las palabras. Les cuesta recordar expresiones comunes. El covid 19, escribe Emilio de Benito en El País , ha dejado un rastro de lagunas mentales en pacientes que vencieron al virus.
Problemas de concentración, sí. Despistes. ¿Qué hace el libro que estoy leyendo en la nevera?
La niebla mental, le llaman, y la comparan con un alzhéimer leve. Como si el cerebro hubiera envejecido debido a la enfermedad. Y es verdad que en plena segunda ola, con la curva de contagios desbocada, los hospitales cada vez más llenos, las Ucis otra vez con pacientes graves, todos parecemos un poco más viejos. Un poco más cansados.
Por eso es tan importante fijar las palabras. El emperador Octavio Augusto lo hacía en pesados edictos de bronce como el que apareció hace veinte años en algún lugar situado entre Matachana, Congosto y San Román de Bembibre. Un texto del año 15 antes de Cristo grabado en la ciudad de Narbona Martia, donde ‘el hijo’ del divino Julio César concedía inmunidad perpetua a los paemeiobrigenses, de las gens de los susarros, por haber permanecido fieles a Roma durante las guerras cántabras.
Esas palabras permanecieron ocultas durante dos mil años. Memoria tapada por la historia. Hasta que ¿un cazador’ las encontró. Y dos décadas después del hallazgo todavía hay demasiadas lagunas en torno al Edicto de Augusto, o el bronce de Bembibre, también le llaman. Niebla mental y una discusión interminable sobre el lugar donde debe conservarse la pieza original, hoy en el Museo de León como marca la ley.
A mi me gustaría que ese texto del primer emperador que habla de la Transduriana, una provincia desconocida, estuviera en el Museo Alto Bierzo de Bembibre. Soy de allí. Y me imagino lo que supondría para mi pueblo contar con un símbolo tan poderoso. Toda la narrativa de un museo que hoy se centra en la etnografía podría construirse en torno a las palabras de Augusto; un edicto de una civilización que ya no existe, en un idioma que apenas se habla, sobre una provincia que no conocíamos, y que, sin embargo, ha llegado entero hasta estos tiempos del covid, que nos devora la memoria. Hermosa metáfora.