El grito de guerra
En palabras de Alfonso Guerra son muchos los españoles y entre ellos muchos socialistas que están con un nudo en la garganta deseando gritar «¡Con Bildu ,no¡ ¡Con Bildu no¡ Quien fuera vicepresidente del Gobierno con Felipe González en la Presidencia expresa un malestar imposible de cuantificar en las filas socialistas en relación con el reciente acuerdo del PSOE con el partido vasco heredero de las sucesivas formaciones que actuaron como brazo político de la banda terrorista ETA. Un acuerdo que Guerra califica de despreciable.
Frente a una declaración tan tajante la pregunta que procede es: y, ¿por qué no lo hacen? ¿Quién o qué les impide gritar? Para interpretar el silencio de los dirigentes y cargos del partido colocados en puestos de representación y retribución por Pedro Sánchez habría que recordar que la política está llena de servidumbres y que fuera del poder hace frío.
Quienes como Alfonso Guerra critican —con razón— la actual deriva del Gobierno que preside Pedro Sánchez tienen en la cabeza un PSOE que ya no existe. Cuando recuperó el poder en el seno de la organización tras haber sido defenestrado, Pedro Sánchez cambio las normas internas, el Comité Federal pasó de ser un órgano de debate a convertirse en una plataforma de adhesión. Cosa parecida sucede con las agrupaciones locales que han ido perdiendo pulso y han dejado de ser vasos comunicantes de las inquietudes de los militantes.
Sánchez ha convertido el PSOE en un instrumento personal de poder. El lo decide todo y algo parecido ocurre en el Grupo Parlamentario pastoreado por dos personajes, Adriana Lastra y Rafael Simancas, que han vivido toda su vida de la política gracias a su talento para estar siempre de acuerdo con quienes mandaban en el partido en cada momento.
El grito que echa en falta Alfonso Guerra remite a un partido que ya no existe. Algunas de las críticas al pacto con Bildu que hemos escuchado en boca de ciertos barones —Fernández Vara, García Page, Javier Lambán— son pellizcos de monja. Sí, de verdad, establecieran una correlación entre lo que dicen y lo que procedería hacer para impedir que Sánchez siga utilizando al partido como un instrumento a su servicio deberían reclamar la convocatoria de un comité federal abierto al debate y plantear el caso forzando una rectificación de la política de pactos con Bildu y con los separatistas de ERC, que han exigido a cambio de su apoyo a los Presupuestos la liquidación del castellano como lengua oficial en Cataluña.
Está por ver que se atrevan a dar el paso. Tengo para mí que en el seno del PSOE Alfonso Guerra se va a quedar solo en su lúcida denuncia de la deriva política que impulsa el Gobierno de Pedro Sánchez.