Descarte de memoria

Quieren convertir el pozo María en un centro de la memoria minera, pero sin memoria, más o menos, en un parque de atracciones o de interpretación en el que nos muestren un video lacrimógeno, el canario, la historia de María y los efectos del grisú. Nos pondrán una recreación de los bronquios comidos por la silicosis y las fotos de las mujeres y niños arrastrándose en las entrañas de las galerías o en el lavadero de carbón. 170.000 euros ha anunciado el consejero para evitar que la despoblación deje de arañar vida a un valle diezmado por la corrupción y la falta de vergüenza. Así se reescribe la historia. Así se ha fantaseado siempre con el pasado para no tener que mirar la imagen deforme que aparece en el espejo del remordimiento. Pongo un ejemplo: ¿por qué se permitieron los cielos abiertos? desde luego, no para fomentar el empleo. Pero, como todo lo que tiene que ver con los años del dólar, está la historia real —que es la que nadie cuenta— y la oficial, que ya ha está tan manoseada que parece un cuento de Disney.

No quieran encontrar en el nuevo chiringuito la vida de los valientes que trabajaron y murieron en la mina. Hace tiempo que los borraron; de hecho, ni siquiera sabemos cuántos caídos hay, una cifra que sí conocen en Asturias. ¡Qué menos! pero su memoria no importa. Empezó a nublarse en el primer chamizo que alguien abrió para llevarse la subvención a costa de la vida de los prescindibles.

El pozo María podría hablar, por supuesto, de la vida de María, de la vida de todas las Marías y de sus hijos, pero, también, de los cupos, de las indecentes cantidades que se entregaban a cambio del hollín que se llevaba el viento, de la destrucción de valles, de ríos, de los cooperadores necesarios en una fiesta que alargaron de forma desalmada hasta la agonía.

¿Qué queda además de miseria? ¿Alguna vez alguno de los que sigue mirando hacia otro lado pensó en el Bierzo o en Laciana? Que salga uno que obró en interés de los ciudadanos y no del partido. Pues a callar.