Diario de León

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A Miguel Delibes lo reconocían a menudo en Campo Grande, el gran parque de Valladolid. El autor de Diario de un cazador y La sombra del ciprés es alargada solía caminar los domingos por ese gran triángulo con tres fracturas en un vértice que da forma al corazón verde de la ciudad. Era una sombra más.

En Campo Grande hay un palomar. Una faisanera. Una pajarera también. Un estanque y una cascada. Una Fuente del Cisne, con su pérgola, y una Fuente de la Fama. La escritora Rosa Chacel tiene una estatua. Un busto, el académico Leopoldo Cano. Y más de sesenta especies, dice la enciclopedia universal, se han adaptado a los inviernos fríos y los veranos castellanos; los cedros del Líbano, el arce blanco y el americano. Las acacias, los tejos, los plátanos, los sauces llorones, un saúco y un ciprés de los pantanos. En la Fuente de la Fama crece el árbol del Amor y un gran pinsapo. Fresnos, abetos, pinos, secuoyas, dos alisos junto a la pérgola, tilos, palmeras, palmitos, encinas y un haya que rivaliza con el pinsapo, son otras especies que contemplaba Delibes cuando descansaba en un banco.

Tengo en mis manos un opúsculo editado por el Ayuntamiento de Valladolid durante el pasado confinamiento con testimonios de 164 personas que recuerdan, a veces con una sola frase, el momento en el que se cruzaron por primera vez con Miguel Delibes. Abundan los encuentros en Campo Grande, claro. Pero es la respuesta del escritor a una de las preguntas que le hizo el poeta Carlos Aganzo durante una entrevista para el diario Ya en 1989 la que me llama la atención por su carácter visionario:

«A la degradación del medio ambiente no se le da la importancia que tiene: En pocos años, aquí se han muerto los cangrejos castellanos de pata blanca. Se han muerto los olmos. Se están muriendo las abejas. Creo que si todo esto no somos capaces de tomarlo en cuenta, cualquier día nos sorprenderá también una peste que afecte al género humano, y que acabe con quienes estamos en el extremo de esta cadena ecológica». De eso hace treinta años. Hoy los ancianos se mueren de covid-19 en las residencias. Y una estatua de bronce de Delibes inmóvil, como si un mal viento le hubiera paralizado, recibe a los paseantes en la puerta de Campo Grande.

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