¡Alto ahí, Hollywood!
A mí eso de la edad siempre me ha traído al fresco. Ahora bien, coger frío por cogerlo… tampoco. El otro día vi en casa una de Robert Mitchum, Hombres errantes (1952), western contemporáneo sobre los cowboys de rodeo. El protagonista llega al pueblo donde nació y lo aborda un anciano. Por tal me refiero a alguien cuya muy avanzada a edad le impediría sobrevivir a una morcilla de León. O sea, no era un señor de sienes plateadas y aspecto de saludable juez decano. Más que mayorcísimo. Sin ánimo de matarlo: cuatro telediarios y sin los deportes. Pues va y le suelta a Mitchum: «cumplo 62 años en marzo». Alto ahí. Di a la pausa. ¡Y un cuerno, menudo error de casting! Ese actuaba ya de galán maduro antes de que inventasen el sonoro. Tose y se nos descuajeringa. Le das una palmadita en la espalda y lo descoyuntas. Un buen chiste y lo matas de risa. De haber existido aún los estudios RKO me hubiese plantado allí a exigirles que lo rectificasen, y eso que la dirigía Nicholas Ray.
Por si alguien aún no lo ha adivinado, cumplí esa misma edad en octubre. Ya ven, soy mayor que él unos meses. Increíble. «¡Debí coger una de Kirk Douglas!», murmuré indignado. Las comparaciones resultan odiosas, pero corrí a mirarme al espejo. No hubo color, lo importante es llevar bien tus siglos. Y continúe la sesión casera de cine.
Hablando de edades, estoy deseando ver el resultado del rejuvenecimiento del Parador de San Marcos. Opinaré cuando haya visto la obra terminada. Y lo mismo digo de los nuevos colores de Ordoño. No obstante, me acerqué a nuestra céntrica calle a echar un primer vistazo. Los barnices empleados —o lo que fuesen— casi me colocan. Al llegar a casa, dije a mi mujer: «paz y amor, hermana, ¿recuerdas dónde guardé mis vinilos de Jimmy Hendrix y las sandalias de hippy?».
Pero vuelvo a la película, porque el actor expresó después unas sabias palabras que delataban su mucho camino recorrido: «Está mal que los libros para tener éxito en la vida los escriban los triunfadores, ¿no sería mejor que los escribiesen los perdedores?». Muy cierto. De repente, me pasó a caer bien mi quinto, lástima que no volviese a salir más. A partir de cierta edad, ay, las corrientes de Hollywood son muy malas.