Diario de León

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Recientemente fui testigo de la cara de inmensa sorpresa de un joven al contemplar, en un reportaje, imágenes de las multitudinarias concentraciones profranquistas en plena agonía del régimen. La ‘víctima’, quizá inmersa en la inocencia de esa escasa memoria histórica que nos domina, nació justo 20 años después de que los españoles aprobasen en referéndum la vigente Constitución de 1978.

Desde la estabilidad democrática que hoy disfrutamos parecen muy lejanos los ecos de una Transición en la que la fragilidad y la inestabilidad eran máximas. En la que la apuesta por los carriles centrales facilitó el tránsito, se viniese de donde se viniese. Afortunadamente la meta fue poco a poco puliéndose para conseguir que fuese compartida por todos. En aquel viaje se sentaban unos frente a otros, los que presumían de haber ganado la guerra y los que eran herederos de un exilio forzado durante cuatro décadas. Los cuadros del franquismo avanzaban con mucha tibieza hacia la Democracia en una Alianza Popular que dejaba espacio aún más a la derecha a las falanges y fuerzas nuevas que se resistían al cambio. Por la otra banda, en la que no faltaba tampoco el terrorismo, el histórico PCE enterraba sus penas, y los ecos del horror de las checas, en un eurocomunismo que nada tenía que ver con sus férreos ligazones soviéticos. Y el PSOE aún debía esperar hasta septiembre de 1979 para renunciar al marxismo. Fue en un Congreso Federal Extraordinario —con la Constitución vigente desde un año antes— después de que Felipe González tuviese que forzar las cosas renunciando meses antes a la Secretaría General del partido tras fracasar en su primer intento.

Han pasado muchos años desde entonces y es importante tener presente que los más aperturistas de UCD o los felipistas de ese PSOE recauchutado lideraron la creación de este nuevo orden saliendo de las cloacas de las tentaciones totalitaristas. Es bueno percibir que desoyeron los cantos de sirena de los que preferían circular por los carriles más escorados para avanzar hacia este sistema tan imperfecto del que disfrutamos como nunca se había conseguido en España.

Por eso, este domingo, tenemos mucho que celebrar pese a lo que nos digan. Y quizá habría que pensar en hacer festivo el aniversario de la entrada en 1986 a esa Unión Europea que tanto nos blinda hoy frente a las tentaciones de mirar hacia atrás. A un siglo XX dominado por los extremistas que aprovecharon las crisis...

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