Diario de León

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Así como las mejores ideas del siglo pasado se gestaron en un garaje, y la excelencia deportiva, en un patio de colegio, el relato más brillante de León creció en los abesedos; tras el ventanal, que ilumina los helechos y barniza de liquen la arista que muestra el sentido del norte, el balcón de la vida reposada, al ritmo del sol de diciembre que, sin salir, ya se ha puesto. Si hay una urgencia para que la pandemia devuelva un gramo de la libertad que nos birló, la invertiría en correr hasta la Tintorería, al reencuentro con Sabugo, que cierra los ojos mientras declina estrofas que comunican con el alma, después de emerger a respirar a la superficie de los Rabanales, que dejan correr el Sil sin interferencias, igual que ballenas en el mar de la calma que sustentan. No hay como un abesedo para recrear el espacio íntimo del mundo equilibrado que sólo es capaz de crecer entre las emociones; un abesedo, para encontrar las palabras exactas sobre momentos definitivos. En D ‘ Urria, una braña, un paraje mitológico para el resto del mundo, y real en Laciana, y en Ca Pla, la fonda familiar que regentaba la abuela. Para detractores del valor de la síntesis, toda la vida en tres términos; y en un puñado de piezas y acordes cautivadores que desenvuelve en la adaptación musical de poemas de Emilce Núñez con la misma excelencia que Amancio Prada emplea para cantar a Rosalía. La Campanona no estaba de más en las escuelas. Lo sonrojante es que esa semilla de la creatividad se vende con otra vestimenta, como que no perteneciera a la esencia de lo que ha sido este territorio durante siglos, y como palanca de lo que no puede dejar de ser, por más que distraigan con conceptos importados y horneados, a gusto de la receta tradicional de la subvención y las fundiciones comuneras. El repertorio toca todas las teclas capaces de armar el silabario humano; la llegada y el oscurecer (escurecer) de la vida, la lucha frente al medio, contra el acoso y el maltrato, los efectos de la guerra; y de tsume, tseite, tsinu, tsana, los cuatro elementos esenciales para atemperar el invierno, por mucho que éste se combata desde el lado sombrío. Momentos que creímos olvidados para siempre, y estaban apilados en el rincón del alma que Sabugo se decidió a compartir. El camino no tiene pérdida; de Puente Orugo a la Veiga, por esa vereda que lleva a Veigaviechos y permite imaginar los mejores abesedos de León.

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