Eutanasia
Es muy probable que nuestros propios gritos reiterados ensordezcan la voz que esperamos oir. En Una pena en observación, C.S.Lewis describió la noche oscura de su alma. Ninguno nos vamos de aquí de rositas. La cruz la llevamos como podemos, pero la cargaremos —antes o después—. Son muchos los que creen que no hay comunión con Dios sin ella y otros se dan cuenta con el tiempo de que también la hay a su pesar. Hay personas que adoptan el papel de cirineos por intuición, otros se ven sorprendidos sin más por la gravedad con la que la ley de la vida te la echa encima; hay otros que la buscan y todos la tememos.
Nos escondemos como si no supiéramos que lo que nos acoge mientras hay vida es la intemperie. En realidad es la única condición a la que podemos aferrarnos. Un día hay vida. Con lo mismo, diremos que un día hay juventud, un día hay felicidad, un día... Dios hace que el tiempo se repita... para todos. Y, sí, hay un tiempo para saber que llegará aquel que nos hará dudar de la vida, pero Dios hace que el tiempo se repita... para todos. No juzgo la ley de la eutanasia.
No me atrevería a poner en cuestión el sufrimiento y el dolor de los demás. Ni siquiera me atrevo a poner en duda el resultado que tendrá sobre mí cuando sea mi propia pena la que tenga que observar... Pero me niego a pensar que la muerte sea una posibilidad. Cuando el hombre luchaba por vivir, lo hacía en un mundo cercado por el dolor. Casi nadie pensaba que morir fuera una posibilidad a no ser que morir fuera la única manera de seguir viviendo. Hemos pasado de dormir a nuestro perro o hacer todo lo posible por salvarle. El dolor puede ser dignidad. O eso hemos creído Puede que sea porque ahora vivimos tanto que nos cansamos del dolor de la vida, un misterio cuando el día pasa rápido y la noche llega sin que nos demos cuenta. Queremos que nos den soma, pero el soma no nos da la dimensión de quiénes somos, no es más que la mentira de la que nos servimos para que la vida se note menos, para que no nos pese demasiado. ¿O era la muerte?