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Para hablar de este deporte en profundidad es necesario aclarar, de antemano, que la disciplina es la base sobre la cual todo se construye: roza lo militar. La dureza emana de esa máxima y es así por naturaleza. La técnica aspira siempre a lo excelente, a la perfección artística, al 10 de Nadia Comaneci —en artística—, y por ello requiere de tantas y tantas horas de entrenamiento. Tiempo en el que el cuerpo de las gimnastas —mayoritariamente es femenino— se trabaja hasta el castigo para lograr los mejores resultados competitivos. Esta característica, ligada a la temprana edad a la que se empieza, entre los 4 y los 6 años, hace que las entrenadoras y los entrenadores se conviertan en personajes fundamentales en la vida de las deportistas que, comenzando tan precoces, son también enormemente maleables en cuanto a personalidad y a crecimiento personal —que no es lo mismo—. Sin embargo la dureza de la metodología más conservadora parece desfasada con los tiempos actuales. Por ello, recientemente se ha criticado al equipo del CAR de León presuntas actitudes que se podrían calificar como deplorables. No a nivel deportivo, no. A nivel humano. Así que voy a exponerles una serie de acontecimientos que podrían haber ocurrido en esta ciudad bajo la sordera, ceguera y mudez de niñas aterradas por echar a perder sus sueños, pero también de algunas instituciones que funcionan arropándose como lo haría un lobby para ocultar el sufrimiento al que, a veces, someten a niñas, adolescentes y jóvenes. Y seguro que a lo largo y ancho de España se podrían producir hechos parecidos, tanto en los clubs más punteros como en las más altas esferas organizativas.

Machacar a alguien con su peso provocándole ansiedad y anorexia, es imperdonable. Menospreciar el esfuerzo diario o faltar el respeto a quinceañeras por su aspecto físico, es deleznable. Presionar a una persona para que, obligada, vaya a trabajar, y esto desencadene una mala decisión que acaba con un accidente de tráfico casi letal, es criminal. La «absoluta repulsa y rechazo» debería mostrarse ante estas hipotéticas formas de actuar que, lejos de la labor que debiera desempeñar un entrenador, son abusos y maltrato psicológico.

Esta sincera opinión desearía inspirar a toda persona que se haya visto involucrada en hipotéticas situaciones similares para que den la cara y destapen la farsa y el cinismo que presuntamente subyace en las cloacas de este precioso deporte. «Estoy orgullosa de las mujeres que denunciaron y hablaron de los abusos», dijo la histórica Comaneci sobre las empoderadas que denunciaron los abusos sexuales perpetrados por Larry Nassar. Para contar toda la verdad, se necesita la valentía de Jaimez. Así que, ¿por qué no? Hablemos de gimnasia rítmica, ¿no? La Federación aún no ha querido hacer declaraciones...