El imán del Teatro Adriano
Imagínense una historia de Ponferrada contada a partir de tres objetos. Tres fogonazos de la vieja Ciudad del Dólar; la urbe alimentada por la industria del carbón, por el fuelle de Endesa y las grandes obras hidráulicas (el pantano de Bárcena, el canal de Cornatel), de la que escribieron César Gavela en El Puente de Hierro o Raúl Guerra Garrido en El año del wólfram .
El primer objeto es un tazón de chocolate sobre las turbinas de la antigua central térmica de la MSP, hoy convertida en el Museo de la Energía, o si lo prefieren en la Fábrica de Luz, que es un nombre más luminoso. En Navidad y en Año Nuevo, los trabajadores hacían una pausa y calentaban allí el chocolate que el más novato les traía de la churrería. Eran años de bonanza para la ciudad, de expansión económica, aunque la riqueza no estuviera bien repartida.
El segundo objeto es un reloj de bolsillo. Un regalo de la Compañía de Ferrocarriles del Norte a uno de sus inspectores; el alcalde de Ponferrada Juan García Arias, que el 23 de junio de 1936 —apenas llevaba unos días en el cargo— había ayudado a rescatar a los heridos del accidente del túnel de las Fragas; un suceso dantesco que dejó 23 muertos. García Arias perdió aquel día su reloj mientras socorría a las víctimas y la compañía, en un gesto inesperado, le premió con otro para reconocer «su valor, su altruismo y su humanitaria actuación». Detenido tras el golpe militar, el alcalde más joven de Ponferrada moriría fusilado en las tapias de Puente Castro en León un mes después. A su cadáver le cortaron un mechón de pelo para que la familia tuviera un recuerdo, pero nunca encontraron su reloj.
El tercer objeto es una silla plegable de madera con un imán para pegar el asiento al respaldo. Es la silla del acomodador del Teatro Adriano, el último de los cines que Adriano Morán abrió en Ponferrada; un lugar donde se proyectaban películas y se programaban montajes teatrales que todavía nutre la nostalgia de muchos ponferradinos, especialmente los que fueron niños entre 1962 y 1986. El Teatro Adriano, como antes le ocurrió al Edesa, cae estos días víctima de la ruina y la piqueta. Pero esa silla de madera, recuperada para un exposición sobre ‘Los papeles de Adriano’, está a salvo. Sobre ella se dobla la memoria de la Ciudad del Dólar.