El perro o la vida
Que alguien muera por querer salvar al perro tiene tanto de idiotez como de grandeza al suponerse que el perro, llegado el caso, haría lo mismo. Y no es verdad, el instinto de un perro nunca le permite ser idiota, salvo si se empeña en parecerse al dueño, que alguna vez ocurre. Sobran casos de arrojo o temeridad canina, pero su proeza no suele ir más allá de «aquedarse» junto a la tumba del viejo amo (uno entre un millón) o esperar inútilmente diez años a su dueño en la estación japonesa de Shigura, como aquel perro Hachiko, caso que por ser tan insólito le valió una escultura a la entrada y una peli de Richard Gere. Pero lo común es «el muerto al hoyo y el perro al chollo»... imitando.
Viene esto a la fatal muerte de una mujer en Aranda de Duero (por cuyo puente -canta la jota castellana- se tiró el tío Juanillo y no se mató), al parecer ahogada al intentar salvar a su perro que corría sobre el quebradizo hielo del río. Debió salirle de muy adentro el ¡todo por mi perro!, la confusa agitación y la temeridad inconsciente metiéndose a por él en el padre Duero, siempre silenciosamente hondo y devorador ahí y el doble en invierno. Pasó otro tanto hace unos años en el Bernesga hecho canal y retén fangoso aquí: un joven murió por querer rescatar a su perro, que libró; pero no el de Aranda, que apareció muerto antes de encontrar ahogada a su dueña dos días después aguas abajo de ese río incontenible.
La pregunta idiota, pero inevitable, es si esas personas que se lanzan a un peligro cierto por un puto o adorado perro harían lo mismo si quien cae al río es un anónimo peatón, una anciana, incluso un crío... ¿y otro perro?...
La psicología explica las razones del afecto obsesivo o neurótico por los animales de compañía en un tiempo mascotil de todo país rico donde los perros ya no comen, como antes, de lo sobrante lo mejor (hoy, que además se tira a la basura gran tonelaje de alimentos), sino que exigen invento industrial, pienso vitaminado... con seguro sanitario, veterinario, psicólogo, fisio... y el cariño que negamos a los semejantes.