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Almudena Grandes y Luis García Montero, iconos culturales de la izquierda, tienen una hija falangista que da conferencias sobre nacionalsindicalismo. A sus 23 años, Elisa habla con admiración de José Antonio. He visto en Youtube la última de ellas. Escuché con papel y bolígrafo, para tomar notas. Y tomé muchas. Está especializada en filosofía medieval, entre otros saberes. Habló de alternativas al capitalismo y al liberalismo, acerca del modelo del espiritual —tan diferente al protestante— que España ofreció al mundo, planteamientos que aún tienen interés en lo teórico, pues nuestros viejos problemas siguen ahí, si bien las soluciones han de ser otras. Seguro que sus padres la aman tanto como se pueda amar. En la adolescencia, superó problemas con la drogadicción y después ayudó a quienes los sufren. O sea, tiene vivencias de dolor suficientes para que su ave Fénix resurja cuantas veces sea necesario. Lleva tatuajes en el pecho, y uno pequeño en el rostro. También, un crucifijo en el cuello, que intuyo no es adorno. Entiendo la preocupación familiar, aunque saben que no pretende invadir Polonia. Elisa es otra joven buscando su propio lugar, a contracorriente ideológica de sus padres, aunque supongo que no en todo. Con su gran inteligencia, ángel y contactos familiares podría tener cargos en partidos de izquierda, además de presencia en la industria cultural. Pero ha escogido un camino político poco transitado. No tendría más importancia, dado lo minoritario del mismo, salvo porque puede ser dañada, por contrarios y por afines —quienes piensan como tú no son tú—. Solo la puerta de los padres permanece siempre abierta cuando todas las demás se han cerrado.

Me imagino a García Montero exclamando: «¡Falangista, qué podría ser peor!». Y su hija: «¿Fan de Paquirrín?». En Todos dicen I love you , la película de Woody Allen, nos muestra una rica y feliz familia demócrata a la que el hijo pequeño se les vuelve ferviente republicano, hasta que gracias a un fortuito golpe en la cabeza recupera su liberalismo. No estoy dando ideas, solo recuerdo que el humor cura.

¿De tal palo, tal astilla? A veces sí, otras no. Pero, parafraseando la canción de Serrat: «A menudo, los padres se nos parecen».