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Trump no asistió a la ceremonia en la escalinata del Capitolio, se quedó sin escuchar a Jennifer López cantar This land is your land (Esta tierra es tu tierra), himno oficioso de la democracia estadounidense, compuesto en 1940 por Woody Guthrie, a quien un joven y desconocido, que luego se haría llamar Bob Dylan, iba a visitar al hospital. La letra proclama que el país pertenece a todos los estadounidenses. «Aquí está el pasado/que comience el futuro», canta Dolly Parton en una balada. Sea. Trump no ha sido el primer ególatra peligroso que accedió al poder mediante las urnas. Observe el lector que no le he llamado loco. La locura, si bien suele conllevar sufrimiento en quien la padece, puede ser generadora de belleza, bondad y verdades. Lo suyo es solo ego y soberbia. El discurso de Joe Biden resultó emocionante. En sus palabras hubo ética política, patriotismo y religiosidad —sin integrismos— y mucha esperanza en que una sociedad mejor es posible. Ensalzó la verdad como parte indispensable de una democracia. Algunos analistas estadounidenses lo han calificado de discurso «aburrido», pero también coinciden en señalar que el país necesita un poco de aburrimiento, frente a la presidencia espectáculo de su predecesor. Si alguien quiere diversión que se compre un loro. No era el día de cifras, sino para proclamar la confianza en valores arrinconados, cuando no negados, por su predecesor. Bienvenido, mister Biden. El exmandatario se había despedido con una amenaza, coherente con su comportamiento chulesco: «Esto no ha acabado». Adiós, mister Trump.

Antes de que se instalen los nuevos inquilinos, la Casa Blanca será desinfectada como precaución por la covid. Para desinfectarla de bilis tampoco bastará con pasar un plumerito. Hay mucho tajo. De momento, abran las ventanas.

Bienvenido, mister Biden. Cuando Guthrie compuso su canción un estadounidense de raza negra no podía sentarse en los asientos reservados para los blancos Ha llovido mucho, pero no lo suficiente. El expresidente recuperó viejos venenos sociales. Adiós, mister Trump. Lo importante no es pasar a la historia, sino los motivos por los que has pasado.