Diario de León

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Editorial | Conservacionistas a cualquier precio

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Los programas de conservación del urogallo cantábrico en los últimos años han supuesto un importante esfuerzo económico, traducido en no pocos millones de euros, cuyos resultados hasta el momento apenas logran poner en evidencia que la supervivencia de la especie en peligro de extinción es inviable en la naturaleza, y apenas puede intentarse en cautividad. Y ahí el esfuerzo presupuestario choca con la agilidad burocrática, porque aún se está a la espera de la puesta en marcha del largamente publicitado centro de reproducción de Valsemana.

Los últimos datos del grupo de trabajo formado por la Junta, el Principado y el Ministerio de Transición Ecológica evidencian que los esfuerzos de las últimas campañas se traducen en un ligero incremento de las polladas, que no de los ejemplares que logran salir adelante de esta especie en su hábitat. En cambio, censan sin empacho las decenas de animales de otras especies que han sacrificado sin miramientos para intentar que los ejemplares de esta especie poco adaptada a la supervivencia intenten salir adelante.

Cuesta entender cómo quienes se definen como conservacionistas no sólo luchan contra los molinos de viento (eólicos) y otras construcciones del progreso humano; sino que cercenan sin contemplaciones la evolución natural de las especies para perseguir costosos proyectos administrativos cuya efectividad ecológica está en cuestión hace mucho tiempo. Y cuyos procedimientos, vistos los métodos utilizados, son más que discutibles.

Intervenir sin miramientos en la evolución y matar sin que les tiemble la mano ni la conciencia a cientos de animales para intentar sostener a unos pocos parece cuanto menos cuestionable.

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