Eolo, cabrón
Cuando la antipantanitis de la intelectualidad y de la acera en grito eclosionó por primera vez en León ante la gran fechoría y problemón del embalse de Riaño, se tenían dos cosas muy claras: una, enterrar en la cuneta el sueño regeneracionista y agrario de Joaquín Costa que asumió Indalecio Prieto, ministro republicano de Obras Públicas, proyectando en 1934 la «presa de La Remolina» donde se alza hoy la del embalse riañés (Franco solo tuvo que copiarla, recrecerla y mangarla pardísima)... y dos, exigir microembalses como alternativa al faraonismo hidráulico (poco después también demonizados), así como la implantación de la energía eólica (la fotovoltaica ni balbuceaba entonces). «Energía limpia frente a la catástrofe ecológica y social de los embalses», eso era.
Cincuenta años después tiene su gracia ver que quienes negaban el pantano de Riaño exigiendo un Eolo contra cada Franquín que heredaba la pantanitis nacional hayan de clamar hoy contra la instalación eólica que reclamaban entonces al querer plantarlas aquí lejanos buitres eléctricos festoneando con ellas estas cumbres y, ya puestos, todas las que nos van de Lugo a Cantabria. Es innegable la salvajada de ese negocio eólico sajando montes y peñas con rozaduras, pistas e invasiones bestias en los pocos santuarios naturales no avasallados o violados del todo que le quedan a León. Y buscan las altas cumbres para sus molinazos por ahorrarse los altísimos mástiles que ya exige la estepa castellana donde brota y brota este negocio untonómico tan parecido al de girasol por bulto y por crecerles más las sospechas que las pipas.
La nueva minería del viento amenaza estas peñas. Está claro que la codician y no pararán en barras; este aire de aquí ya tiene dueños que ni sabemos y Otavito cree que el maleficio lo atrae la escultura del Eolo purpurino que sopla vientos e impuso Eduardo Arroyo en el Arco de la Cárcel, mofletón y resoplante. Quien siembra vientos recoge tampestades, dice, así que al pasar por ahí grita Eolo, cabrón ante el estupor de los viandantes... abajo con él...