Diario de León

Arturo Pereira

Poderío femenino

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Pudiera parecer que la mujer se está posicionando en el poder de una manera generalizada y progresiva. Cada vez son más las que ocupan puestos de verdadera relevancia en todo momento y lugar en el que haya que tomar decisiones determinantes para la marcha del mundo.

Este posicionamiento de la mujer tiene nombres propios: Angela Merkel, Cristine Lagarde, Ursula Von der Leyen, Kamala Harris… en fin, un número creciente de mujeres que ocupan cargos de alta responsabilidad política. A este ámbito, se le pueden sumar la práctica totalidad de profesiones, policías, médicas, magistradas… todo lo que se nos ocurra.

Si bien lo afirmado no admite duda, sí que tengo dudas respecto a las causas del poderío tardío de la mujer. Quiero pensar que ha sido tardío, no por la incapacidad de los hombres para apreciar precisamente las capacidades de la mujer, aunque no sé como es posible que tantas mujeres hayan alcanzado puestos y profesiones reservados antaño exclusivamente para los hombres.

Algunos pueden pensar que se debe a la lucha de las propias mujeres por conseguir que se les haga justicia, y en parte creo que es así. Aquí me vienen al recuerdo extraordinarias luchadoras como Clara Campoamor o Victoria Kent, seguro que se sentirían felices viendo como su lucha comienza a dar frutos. Pero, sin desmerecer esta realidad, considero que hay algo más profundo en este asunto de la justicia hacia las mujeres y es la propia naturaleza de los seres humanos junto con la fuerza de la verdad y razón.

La naturaleza humana tiende a actuar, precisamente de forma natural y es precisamente antinatural menospreciar a lo que es de tu propia naturaleza. Hombre y mujer son iguales por naturaleza. Chirría el subconsciente cuando consideramos inferior a la mujer. Siendo esto una verdad, pues todo el mundo sabe que las mujeres no aparecieron en la tierra procedentes de otro planeta, la razón nos da nuevos argumentos para apuntalar la teoría de la igualdad entre sexos.

No es razonable, como ocurría antaño, amar infinitamente a una mujer y considerar que sus capacidades intelectuales estaban mermadas respecto las del hombre. No creo que nadie se pueda enamorar de una persona a la que considera tonta del bote. Tampoco es razonable que superadas por ridículas y sin fundamento científico aquellas teorías que consideraban inferior al género femenino, en pleno siglo XXI, en plena época de la vorágine científica, sigámonos aferrándonos a prejuicios instintivos de primates involucionados.

Me alegra ver a las mujeres mandando, porque de eso se trata, de mandar. Ahora tienen el mando y en consecuencia la responsabilidad. Serán juzgadas, no sé si imparcialmente, ojalá, pero lo serán sin duda. Algún desorientado ya las ha juzgado, más bien prejuzgado, no todos se pueden desprender de su imaginario lleno de testosterona.

Están llegando y están redefiniendo las relaciones de poder entre mujeres y hombres. Ya veremos el resultado. Nada de prejuicios, ni a favor, ni en contra de las mujeres. Algunos datos tenemos. —La Merkel— como le llaman muchos en nuestro país, está en retirada. Ha regido Alemania en momentos muy difíciles y ha mandado en Europa. Lo que no consiguió la testosterona de los nazis lo ha logrado ella con la autoridad de la buena gestión y trabajo. Debo reconocer mi admiración por ella, es una mujer muy inteligente, trabajadora, austera y de principios, debo añadir que además arrastra una enfermedad que le dificulta seriamente su trabajo.

Al resto de las mujeres que he citado le deseo lo mejor. No sé cómo harán de bien o mal su trabajo, pero la razón y la lógica me dicen que más o menos parecido a cómo lo haría un hombre de sus capacidades y mismas ganas de trabajar. Empezamos a tener la oportunidad de aprovechar de verdad a la mitad de la población que tradicionalmente se vio relegada en oportunidades y se le negó la posibilidad de contribuir a un mudo mejor. Vamos por el buen camino.

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