Diario de León

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El viernes conocí a Susana. Fue en el congreso de la FESMC-UGT de León. Una ferroviaria y una periodista, un teleoperador y un empleado de limpieza. Un conductor de camión, una dependienta de comercio y un cajero de banca. Trabajadores y trabajadoras esenciales durante la pandemia casi tan invisibles como las auxiliares de ayuda a domicilio o el voluntariado de Protección Civil que ha realizado muchas tareas de ayuda a la población dependiente y a la sanidad. Les debemos, si no un homenaje o aplausos, la gratitud de habernos hecho la vida más fácil en medio del drama y la incertidumbre. Muy orgullosa de compartir la lucha con ellos y ellas.

Vuelvo a Susana. Con 15 años entró en los talleres de Renfe. De aprendiz. En su casa, muy ferroviaria, no le dejaban presentarse al examen. Medió el hermano: «Dejadla, seguro que no aprueba». Susana lleva más de 40 años en la empresa, ahora Adif, y aún le faltan años para jubilarse. A una compañera el padre le dijo textualmente: «Prefiero que te metas puta antes que ferroviaria». Eligió los trenes. En los años 70 estaba mal visto que las mujeres entraran en el ferrocarril para otra cosa que no fuera guardabarreras o servicio de limpieza. A las mujeres se les veía como desleales competidoras del mercado laboral en un sector masculinizado desde la máquina de vapor. Como si fueran a robar el pan de los hijos de los hombres.

Renfe ha lanzado una campaña para fidelizar a las mujeres viajeras. Son más, el 52%, pero participan menos que los hombres del Renfe+. La compañía ofrece billetes promocionales, de cara al verano, para grupos de cuatro a nueve personas en los que al menos viaje una mujer, como parte de la celebración de los 80 años de la empresa pública. Lo venden como un compromiso con las mujeres. Sólo para Ave y largo recorrido.

La oferta —casualmente termina el 8 de marzo— me parece oportunista, aunque sea golosa, si es que en verano nos podemos mover a alguna parte. Si Renfe quiere promover la igualdad tiene una oportunidad bien grande: recuperar trenes y paradas donde los ha quitado. En ciudades y sobre todo en pueblos de la España vaciada. Mujeres, personas mayores y jóvene son quienes más usan y más necesitan el transporte público.

Aquellas chicas que empezaron y algunas que continúan, como Isabel Ropero o la presidenta del comité de Adif en León, son las artífices de la conquista de la igualdad que aún está lejos de lograr. La mayoría, hijas de ferroviarios, se miraron en el espejo de sus padres o hermanos. Tenían un ejemplo como lo necesitan muchas niñas para verse como científicas, ingenieras o mecánicas. Hoy más que hace tres o cuatro décadas.

En León se van a cumplir 10 años desde que cerraron la estación de Feve, ahora Renfe, más conocida como estación de Matallana. Queremos coger el tren, pero nos lo ponen imposible. Miren la Vía de la Plata, desmantelada y olvidada.

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