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Editorial | El 8-M debe ser el punto de partida para retomar la senda de la igualdad

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León se enfrenta a un nuevo 8 de marzo sin noticias alentadoras respecto a 2020. Los datos demuestran que un año de pandemia no ha hecho mas que ahondar en la brecha de género, especialmente a nivel laboral, con registros que evidencian que los problemas estructurales que siempre han existido se agravan con cada crisis. Las mujeres han sido las paganas del descalabro laboral no sólo por el alto grado de precariedad de los trabajos con mayor presencia femenina que han terminado sucumbiendo al virus, sino también por la asunción sistemática por parte de las mujeres de la problemática generada para compaginar la actividad laboral con la crianza y el cuidado del hogar, tanto en el periodo de confinamiento como durante las cuarentenas escolares, a través de medias jornadas o excedencias. En estos meses, 8.600 mujeres han sido expulsadas del mercado laboral frente a 3.200 hombres y la tasa de actividad femenina es ya once puntos inferior a la masculina. Un abismo que separa las oportunidades profesionales entre ambos sexos y que la pandemia ha contribuido a ampliar.

Es necesario recordar que las políticas de igualdad han quedado relegadas a un segundo plano y que es obligado que sean recuperadas una vez que se supere la crisis sanitaria porque el retroceso que se ha experimentado en el último año arrastrará a toda la sociedad, que tendrá que sufrir las consecuencias del empobrecimiento extremo al que se enfrentan las mujeres, que ya soportan casi un 24% de brecha salarial en sus empresas.

La pandemia ha obligado a muchas víctimas a convertirse en invisibles, a convivir con sus maltratadores, empequeñecidas y calladas ante el temor a que lo que se encuentren fuera de casa, con todo el entramado social volcado en la pandemia, sea peor que lo que hay dentro, obligadas a asumir una situación insostenible ante la inseguridad que provoca no contar con un respaldo económico ni comunitario.

Este 8-M no tendrá la potente visibilidad de otros años en las calles pero eso no debe suponer un paso atrás en una lucha justa que debe batirse cada día. La sociedad debe reafirmar su compromiso con la igualdad y remover conciencias. El objetivo sigue siendo el mismo que antes de que el covid cambiara el mundo, equiparar las oportunidades y poner fin a la discriminación.