Hay cecina de tejón
Qué ofensa iba a causarle a León la transposición a comadreja, si dos generaciones de políticos se han dedicado a llamarle castellano; y, lo que es peor, a fundir dinero público para hacérselo creer. Todos los imperios están condenados al ocaso, y el de Polanco no quedó exento de ese declive, que trata de dilatar mientras sostiene la carga de las ruinas en medio del sindiós del Ibex y el catecismo ortodoxo de François Miterrand, que tantos años de gloria le dio al holding y a la hidra de siete cabezas que pasaba de la farra de los guiñoles a la lectura reposada de las encíclicas de Haro Tecglen, antes de la peli de los viernes que se decodificaba con un peine entre los ojos. El imperio del monopolio se quedó para vestir santos, hilvanar chistes sobre territorios donde ya no queda gente que le ría la gracia, devorado por la fiebre de la fibra, el mega y la fusión, y las pautas del felipismo tardío, anacrónicas en este feudalismo de vanguardia, donde resulta más complicado llamar la atención entre una audiencia descreída que encontrar la felicidad, o un empleo. Es fácil entender que, en vez de leones o huevones, se expandan los tejones. Sin pretenderlo, dieron en el clavo. Se quedó una tierra de barbecho para el avance de mofetas, y de otros mustélidos célebres, mitológicos en el ideario popular, que hacen de las aldeas evacuadas de futuro, del desván de las tinieblas del silencio donde ulula la meata, un hábitat adecuado a la expectativa huidiza y huraña que mimetiza a todos los seres vivos que pisan el mismo suelo y que miran al mismo cielo. Bravíos, parientes de la garduña, que armoniza con cuña, pero circunvala las aproximaciones fonéticas al rey de la sabana. En este punto de asfixia del pareado, resulta previsible cuál sería el parecido que iban a sacarle si, en vez de la familia de los félidos, al puto jefe de la legión le hubiera inspirado el bulbo comestible que acompaña a veces a la tortilla de patatas. La juerga padre. Razón tiene el night show, también sin quererlo. ¿Alguien cree que un bicho que embiste en plan jabalí y obliga a recular a los depredadores, se va a dedicar a ser León en la carpa, mientras el domador de la yunta le hace bailar la jota de Aranda entre círculos de fuego? Quia. Mohínos, raposos, ariscos. Y morugos. Cualquiera, con suficiente contexto para hinchar de orgullo y satisfacción a este reino, que es a los tejones lo que Montana a los cheyenes.