Cum laude
La Universidad de León tiene muchos frentes en los que mejorar, como todo en la vida. Pero también mucho que poner en valor. Sobre todo aquello que no puede comprarse y no se articula en pocos años de proyecto. Sobre todo, el enorme talento que guarda en sus aulas y laboratorios, que acunan a jóvenes investigadores volcados e ilusionados (porque quienes les inculcan el gen de la curiosidad lo están también), a pesar de que pintan bastos en la investigación como fórmula rentable de vida futura. El Campus de Vegazana fue el sueño de muchas generaciones y es desde hace décadas una realidad con sus avances y sus tropezones, pero fuertemente consolidada. Uno de los grandes orgullos de una provincia que, antes de que los centros universitarios creciesen por todo el país como setas (a veces de dudoso prestigio), vio cumplido su deseo de ofrecer aquello que entonces se entendía como el mejor futuro para sus jóvenes. El Campus recogió el testigo de aquella escuela de Veterinaria puntera, que alumbró no sólo investigadores de prestigio sino emprendedores que gestionaron con maestría el paso del conocimiento de los laboratorios a la empresa. Ahí está el germen de lo que hoy es el potente polo biotecnológico leonés, el tercero en importancia del país. Heredero de quienes han sido algunos de sus principales tractores, Syva, Ovejero, Antibióticos,... Que siguen aquí, intentando superar las dificultades de un negocio internacional atado entre multinacionales que cada vez concentran más el mercado. La Universidad de León es, según el Observatorio del Sistema Universitario, una de las pocas que entre otros baremos por su capacidad investigadora está a la cabeza de los centros superiores del país. Un motivo más para creer en sí misma, poner en valor su gigantesco potencial y seguir creciendo sin descanso. Hace años Diario de León selló un compromiso que entonces parecía arriesgado con una excelencia investigadora e innovadora que se escondía entre probetas y bibliotecas. Cada martes, el suplemento Innova da a conocer el talento leonés en la multitud de ámbitos en los que se desarrolla, y lo hace de forma espléndida. Tantas veces durante este tiempo he escuchado a los investigadores dudar del mérito de sus avances como me ha sorprendido la brillantez de sus trabajos. Es hora, más que nunca, de poner en valor todo este talento. Y de hacerlo crecer. Hay mimbres de sobra.