La carretera de los chopos
Hubo un tiempo en el que las carreteras se bordaban con árboles en sus márgenes, como señal de que el asfalto era un intruso en la naturaleza al que había que adornar con las mejores guías y pulmones de la tierra. En aquel tiempo, viajar en coche de línea apenas doce kilómetros era toda una aventura. Ya no te digo si el viaje se prolongaba a la capital en una travesía sinuosa por el territorio de los Oteros.
Los árboles empezaron a estorbar la velocidad del progreso. Y los cortaron. En León solo quedan algunos pequeños tramos a la entrada de Gradefes y poco más. El asfalto se adueñó del campo con autovías y autopistas. Estorbaban hasta los trenes. El primer sacrificado en León fue el tren Burra. En 1969 cesó el tráfico entre Medina de Rioseco y Palanquinos por este ferrocarril de vía estrenado en 1915. Levantaron las vías y quedaron las estaciones y casillas de ladrillo como testigos fantasmales de aquel tiempo de sueños de vapor, carbón y hierro. Hasta que un día despejaron de maleza sus restos y abrieron una de las primeras vías verdes de España. Hace unos días hice un pequeño trecho de este camino entre Valencia y Castrofuerte, desde la casilla de Elena y hasta un caserío abandonado de tapial y adobe. Todo estaba florido, los almendros, los ciruelos salvajes... el trigo, los ‘ajos de cigüeña’, primer alimento de los cigoñinos, y las diminutas ‘abrebocas’. Por la carretera vimos muchos camiones cargados de chopos recién cortados y el olor de la miel se mezclaba a ratos con la savia fresca. Al otro lado de la carretera, un rebaño de ovejas, al ritmo de sus balidos y cencerras, dibujaba olas de espuma sobre el campo. Los chopos son una de las riquezas de estas tierras que se alzan como terrazas sobre el gran río. El Astura, padre y eje de la civilización astur, es el río de mi vida. Y el río que da la vida —y a veces se la lleva con furia— a las vegas que bañan sus aguas. De pequeña me fascinaba bajar al río, que se cruzaba a pie por algún vado, con sus playitas, y las casitas colgantes de los chopos donde anidaban los pájaros. Las choperas las ganó el pueblo a la CHD en un juicio que hizo historia, desde Mansilla hasta Benavente. Son uno de los recursos más valiosos de pueblos condenados a sembrar maíz por obra y gracia de la santa PAC.
¿Debería de haber un debate sobre lo que es y no es progreso en un momento en que el planeta sufre los efectos del cambio climático y los pueblos el acoso sobre sus bienes?
Nunca subí al tren Burra ni cruce el río en la barca. Tengo recuerdos prestados que mi fantasía ha amasado como memoria. La Confederación Hidrográfica del Duero (CHD) ha emprendido una guerra contra los pueblos hurtando terreno a las choperas. «¡Para tocar a vísperas! Si por lo menos lo limpiaran...», dicen alto y llano las gentes. Ni limpian ni dejan limpiar. No hay quien se asome a ver el Esla. El gran río es una manga gigantesca de agua. Ya no hace playas en verano porque el caudal lo regulan en el pantano... para turbinar el interés eléctrico. Ahora sé que el progreso es eso... y quitar árboles.