Nómadas

El problema es que la migración ya no es un movimiento hacia o desde el exterior. Los aliens somos, seremos otros, los que viviremos en nuestro propio país para estar siempre a la fuga. Volveremos a ser una nación de emigrantes, sólo que cuantos se conviertan en estos nuevos colonos no aparecerán en cifras oficiales. Estar fichados por la administración será su (nuestra) condena. Hace más de mil años, comenzó la repoblación. Los españoles, como ocurrió después con el lejano oeste, se aventuraban hacia el sur en un movimiento de pequeñas conquistas con las que el cristianismo se hizo fuerte frente al islam. Estamos en el giro del bucle, y todo esto se parecerá demasiado a ese momento de transformación que ha definido hasta este momento lo que somos.

Nomadland, Tierra de nómadas, viene precisamente a contarnos este futuro inmediato en el que la nueva economía precipitada por una era de pandemias dará la vuelta a todo lo que conocemos. La historia se pliega sobre sí misma y ya llegamos tarde para encauzarla hacia el lugar en el que la modernidad nos ofrezca un impulso en comunión.

Hace cien años, otra plaga trituró la economía mundial. Unos pueblos optaron por la guerra —Europa entera estuvo a punto de vaciarse de humanidad— mientras que otros, los pioneros de la pobreza, se echaron a la carretera en viejos coches como espantajos que atravesaban la Ruta 66. Buscaban una tierra que manaba leche y miel y en la que se convertirían en esclavos de su propia pobreza. Luego llegó el New Deal y con él un nuevo proceso que ha desembocado en este nuevo destierro. A veces olvidamos que todo esto comenzó con un grupo de hombres que vivían sin más certezas que el siguiente horizonte y puede que ahora tengamos que pensar que sólo los que saben que este artificio de estabilidad no es sino un pequeño instante en medio de un éxodo interminable serán los que tengan más posibilidades de llegar al próximo sol de California, aunque puede que allí la leche mane de una madre con un hijo muerto