Todo se pega menos la belleza
La polarización de la política española no es cosa de ahora. Era inherente al bipartidismo predominante desde la Transición, y no ha desaparecido —al final, todo lo contrario— tras la irrupción de los nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, que venían a regenerar el anquilosado régimen emanado de la Constitución de 1978. Lo que sí es cierto es que esa polarización nunca había llegado al extremo que estamos viendo en la campaña electoral madrileña, y ello tiene mucho que ver con la naturaleza y fines de Vox, una formación inequívocamente ultraderechista que está envenenado la convivencia política española.
El Partido Popular de Pablo Casado ha tenido muy claro cómo neutralizar a Ciudadanos, al que está fagocitando por momentos con el desleal apoyo de su fracasado líder, Albert Rivera, cuyos delirios de grandeza abocaron al abismo al partido naranja. (Rivera tiene gran responsabilidad en la actual polarización, que no sería tal si Ciudadanos hubiera actuado con vocación de fuerza transversal en lugar de sumarse a la foto de Colón, aplicar un grotesco ‘cordón sanitario’ al PSOE y pactar exclusivamente con el PP).
Por el contrario, Casado nunca ha sabido qué hacer frente a Vox, en origen una escisión del propio PP. Hace solo meses, cuando la ultraderecha que comanda Abascal se descolgó con una moción de censura contra el gobierno Sánchez, el líder del PP arremetió con virulencia inusitada contra Vox en lo que parecía una ruptura total entre ambas fuerzas políticas. Sin embargo, Ayuso ha adelantado las elecciones en Madrid y ahí tienen a Casado incapaz de desmarcarse de la antidemocrática actitud de la formación ultraderechista antes las amenazas de muerte recibidas por el ministro del Interior, la directora general de la Guardia Civil y el líder y candidato de Podemos. Mal camino llevamos.
Por fortuna, en Castilla y León la representación de Vox no es determinante para la gobernabilidad de la comunidad, pero podría serlo tras las siguientes elecciones autonómicas, que podrían ser en cualquier momento si al presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, le da por anticiparlas, como al parecer anda sopesando el presidente andaluz. Y aún así, como Madrid lo impregna todo, la crispación política también ha ido in crescendo, como pudo comprobarse en el último pleno de las Cortes. Todo se pega menos la belleza.