No hagas daño
Mi amiga Esther Bajo me dejó ayer el libro Ante todo no hagas daño , del cirujano Henry Marsh sobre su larga experiencia operando el cerebro. Este especialista británico ha cogido prestado el título de un aforismo atribuido a Hipócrates, el del juramento profesional de los médicos, si bien como declaración de intenciones resulta válida para cualquier actividad, incluidos políticos y lanzadores de cuchillos, odontólogos y columnistas. En efecto, lo importante es no dañar. A veces, puedes evitarlo; otras, no. Hace años, en una charla a unos estudiantes de EGB, una alumna me preguntó, deduje que preparada por su profesor si me era más difícil escribir contra alguien o a su favor. Contesté: «A favor, pues debes argumentarlo muy bien para que te crean». Mi respuesta tuvo algo de broma a mí mismo, lástima que entonces no conociese dicho pensamiento hipocrático, pues tras escribirlo en la pizarra me habría subido sobre la mesa, tal profesor de El Club de los Poetas Muertos , para proclamarles: «Intentad no hacer nunca daño, aunque fracaséis casi siempre en el empeño». Y si se me preguntara «¿Y si te lo hacen, pese a que tú no lo hagas?», entonces, les contaría un chiste que a su edad me gustaba mucho, aquel del hombre que se cae de una torre de trescientos pisos —vale, tengo genes andaluces— y ya en el suelo un curioso le pregunta si le duele, entonces, él contesta: «Solo cuando me río».
Cojo de mi biblioteca un libro con sus aforismos, en latín y en castellano. He buscado ese del título de Marsh, pero no lo vi. Como resulta cierto en su esencia no importa si es apócrifo. Y di con otro: «El llorar por cualquier causa en la fiebre o en la enfermedad no es malo; si las lágrimas salen involuntariamente, no es bueno». Qué sabio, este Hipócrates.
Historiadores de la Medicina cuestionan que curase el «mal de amores» al rey macedonio Perdicas. ¿Y por qué no? Tal vez le dijo: «Ante todo, no haga daño». Y le funcionó. Aún hoy funciona. Y quizá recalcó: «Pero si alguna es inevitable hacerlo, al menos, no metas luego tu dedo en su herida». Por cierto, el primer aforismo hipocrático anuncia: «La vida es corta, el arte largo» (Vita brevis, ars longa) Ah, viejo y querido lagrimal… cuánto has visto.