Ecologismo o recaudación
Quien usa paga y quien contamina paga más todavía. Este es el argumento esgrimido por el Gobierno central para justificar el futuro pago de los peajes de las autovías y autopistas de España, y también para aplicar una nueva subida del diesel, dos bofetadas a la clase media española con las que el ejecutivo sustenta el llamado Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia exigido por la Comisión Europea para poder optar a los 140.000 millones de ayudas.
Es absolutamente lamentable que en el nombre del medio ambiente se apliquen dos medidas tan perjudiciales para la economía de miles de españoles y cuyo fin es, a mi juicio, totalmente recaudatorio.
Pero lo más lamentable, y también torpe, ha sido la explicación dada por el director general de Tráfico, Pere Navarro, que ha soltado en plena rueda de prensa que «no puede ser que la pobre abuelita que cobra una pensión, que no tiene ni coche, esté pagando la conservación y el mantenimiento de las carreteras». Como si a cada uno de los que religiosamente pagamos impuestos en este país nos preguntaran a que son destinados. Tampoco puede ser que yo pague sus coches oficiales cuando yo no viajo en ellos, ni que financie grandes eventos que se organizan con mi dinero a los que no asisto, ni que se hagan inmensas obras o infraestructuras que quizás nunca pisaré... En definitiva, que este señor no sabe que en este país hay una cosa que se llama sociedad del bienestar, en la que todos pagamos unos servicios y unas necesidades para que la disfruten todos, nos guste o no, las usemos o no. Además a esta abuelita no le llegan los medicamentos ni los productos que compra en el supermercado por el cielo. Llegan en grandes camiones que sí que van por las autovías que ustedes quieren rentabilizar, y que pagarán unos transportistas a los que se les impone un nuevo gasto por hacer su trabajo que en muchos casos será insostenible.
Tiene que existir una forma más honesta de conseguir que aquellos que las usen contaminen lo menos posible, ya que sí que es cierto que algunos viajan por placer –ahora poco, la verdad–, pero la mayoría lo hace por trabajo, para estudiar o para lo que sea, porque la libertad de movimiento es un derecho que nunca debería ser grabado.