El domingo se espera lluvia
El domingo será un día más, no cambiará nada, salvo que los expertos en meteorología anuncian que llega un frente frío, una borrasca que desplomará los termómetros tras varios días de primavera que nos hizo creer que llegaría, por fin, el buen tiempo. El domingo, además de abrigarnos un poco más, volveremos a sumar los contagios, las muertes, las vacunas, los ingresados en las UCI, en las plantas del hospital, los brotes... un día más, pero con las maletas preparadas para dar la estampida con autorización policial. Una sensación de libertad que muchas personas aprovecharán para desquitarse de seis meses de confinamiento perimetral y toque de queda a las diez en casa. ¡Ah! y podremos tomar una caña más en los bares con menos prisa. Yo, por motivos laborales, me he visto obligada a no respetar el toque de queda. En mi bolso llevo el justificante de la empresa que nunca nadie me ha pedido ni en la carretera ni en la calle. Mañana se acaba el estado de alarma y ese levantamiento oficial de las restricciones «se la suda» al virus, por echar mano de una reciente expresión de gran calado intelectual utilizada por el que aupó por primera vez al PSOE a la Presidencia de la Comunidad de Madrid en el año 1983. Supongo que Joaquín Leguina, a sus 80 años, se ha convertido en un sabio al que sólo le preocupan las cosas importantes de la vida. Es a lo que aspiramos todas, a que llegue el día en el que todo sea luz. Lo que está claro es que hay que trabajarlo mucho y no todo el mundo lo consigue.
Espero que el domingo, y días sucesivos, el único chaparrón que caiga sea el agua de la borrasca que se anuncia, y seamos capaces de concienciarnos de que este virus, que no entiende nada de horarios ni de normas escritas en el BOE, sí que es libre, y muy dañino.
El escritor portugués, José Saramago, decía que «hemos pronunciado no sé cuántos millones de veces la palabra libertad, pero no sabemos lo que es, porque no la hemos vivido, y la estamos interpretando como permisividad». Por fin las normas para controlar la expansión del virus son más permisivas y ahora, más que nunca, toca ejercer la libertad de elección y decisión. Es la segunda vez que este país intenta volver al espejismo de la tan esperada normalidad. Ya ocurrió en junio del año pasado, cuando pensamos que el esfuerzo común había vencido al virus. La ilusión no duró ni un mes. El estallido de la segunda ola obligó a decretar otro estado de alarma el 25 de octubre para unificar los criterios de control. Entonces, como ahora, los tribunales de justicia de las comunidades autónomas interpretaban de manera dispar las normas. Pero, a diferencia de junio del año pasado, hay más contagios e ingresos hospitalarios. Contamos ahora con una gran ventaja, la vacuna, pero sería un error apostarlo todo a una sola carta.