Editorial | El horizonte de la recuperación se alimenta de sensatez

La recuperación de la movilidad y el alivio de las restricciones con el final del estado de alarma son la esperanza de empresarios y autónomos, especialmente del sector hostelero, para intentar aliviar una más que compleja situación económica. Una vuelta a cierta normalidad económica que en todo caso no esperan hasta el próximo año. Del actual ejercicio, gracias a la relajación de las medidas que de nuevo se adelantan a la campaña veraniega, esperan apenas salvar los muebles de quienes han logrado sobrevivir a estos catorce meses agónicos; sin olvidar que el fin de las medidas de sustento empresarial (créditos y Erte) desatará inevitablemente una nueva ola de quiebras de negocios. En este difícil equilibrio se mueve una perspectiva de lenta vuelta a cierta normalidad económica, que pasa inevitablemente por vencer la situación sanitaria. El alivio de la vacunación avanza, pero queda aún lejano el momento de la inmunidad colectiva. Sólo a partir de entonces la actividad económica podrá entrar en cierto estado de normalidad.

Pero ni la crisis sanitaria ni la económica tendrán remedio si no se aplica la lógica aplastante de la sensatez y la responsabilidad. Y esas vacunas no se administran en dosis que prescriba ninguna farmacéutica. Las escenas vividas por todo el país en la madrugada del domingo, con miles de jóvenes celebrando el fin del toque de queda en un ejercicio de insensatez inexplicable, dejan claro que aún hay mucho que aprender de la pandemia. Sólo la presión social puede inmunizar a quienes ejercen la estupidez. Nos va en ello el futuro. Sanitario y económico.