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Pretende disimularlo pero a Pedro Sánchez se le nota que no ha digerido la derrota del PSOE en las elecciones de Madrid. En la sesión de control al Gobierno en el Congreso, en tono displicente, ensayó sin mucho éxito distanciarse de las peguntas del líder de la oposición echando mano de una ocurrencia: «Señor Casado se le está poniendo cara de Albert Rivera». Pulla que le fue devuelta con retranca: «Y a usted de Zapatero».

Uno y otro jugaban con la semiótica que remite al pasado. En el caso de Sánchez para criticar la dureza de Casado en la sesión de control y en el líder del PP para denunciar que el presidente del Gobierno está entrando como lo hizo en su día Rodríguez Zapatero en una fase de pérdida de contacto con la realidad cuando en lo más crudo del anterior ciclo de crisis económica llegó a proclamar que España estaba jugando en la «Champions League».

En su línea, a Sánchez cuando le preguntan por los más de cinco millones de parados responde que se notan ya brotes verdes en ciertos indicadores de la situación económica. También asegura que «estamos a 89 días de alcanzar que el 70% de la población esté vacunada». ¡Ojalá¡ Pero como profeta no es fiable.

A lo largo de la pandemia sus pronósticos sobre la evolución de los contagios no se vieron respaldados por la realidad. El pasado verano anunció que ya estábamos saliendo del túnel y después vino la tercera ola. Es consciente de que en la gestión de la pandemia en el Gobierno han ido dando bandazos con órdenes y contra órdenes y que el personal ha tomado nota y en cuanto a tenido la primera oportunidad -las elecciones de Madrid - ha castigando tanta insolvencia.

Por eso, al finalizar el estado de Alarma, Pedro Sánchez ha dejado empantanada la cosa en el terreno legal negándose a promover una ley que permitiría imponer restricciones tales como el toque de queda o los confinamientos perimetrales. Ha dejado la responsabilidad en manos de los gobiernos regionales y de los tribunales de Justicia abriendo como estamos viendo las puertas a sentencias contradictoria y por lo tanto al caos. Es, o así lo parece, una venganza. Vamos bien.