Los bypass

Ha sido subir el aspirante a alcalde a Burgos y bajarse León. Ya pasó el otro día con Tudanca, que sueña en la capital histórica de Castilla pero se viene a echar a León. Con esto del TEN-T pasa como con todas las entelequias que llevan siglas, que no son reales, no son más que la manera que tiene el que manda de marear la perdiz. Lengua de madera, lo llaman en Francia, y eso que el mejor exponente del que habla queriendo decir nada —no es lo mismo si le pones la doble negación— son los políticos españoles. Ahora, tenemos la suerte de que lo tenemos todo a pares porque en Madrid y en Valladolid están los dos reversos de la misma moneda, trucada, claro, para que siempre ganen los mismos. Con lo cual, Suárez Quiñones le pasa el balón a Ábalos y Ábalos lo tira fuera, que no hay mejor desprecio que dar una patada ¿a quién? en el culo de una provincia en retirada.

Fue otro consejero el que decidió que el noroeste pasaba por Valladolid y, desde entonces, los de aquí —ese también lo era— no dejan de hablar de bypases, que no son más que la manera de dar alpiste a un territorio al que se ha dejado en bragas. Ayer sacaron el libro de letanías para repetir que darán prioridad al ramal ferroviarios de León hacia Asturias y Galicia. Añaden que pasará a formar parte del 7, número primo, como nosotros. Ahí lo tienen, como el charlatán que nunca deja de hablar porque sabe que, a pesar de la cantidad de veces que nos ha colado hunto, seguiremos confiando en que un día el crecepelo sea una realidad. Movieron el mapa para que el oeste pasara por Pucela, pero León ahora es siempre, todavía, el centro de gravedad de este territorio olvidado por todos.

Ayer salió Pedro Sánchez a anunciarnos que en el 2050 todos seremos felices, aunque lo que no dijo es si podremos seguir siendo aquí. Ser y estar son dos verbos gemelos, aunque a veces se nos olvide que por mucho que corramos es difícil que dejemos de estar aquí. Es lo que pasa con el oeste, que no se mueve. Otros, en cambio, no dejan de girar.