Un error de libro
No hay precedente en el mundo de la diplomacia española de un error político como el de la señora González Laya, ministra de Asuntos Exteriores, quien al tutelar y justificar la acogida en España de Brahim Gali, máximo dirigente del Frente Polisario, ha generado una crisis política aguda con Marruecos. Crisis que va para largo. Podría pensarse que su escasa experiencia en el complejo mundo de las realidades geopolíticas del Magreb la inclinó a dejarse llevar de la mano por Argelia, un país de larga tradición inamistosa con sus vecinos de Marruecos.
Es sorprendente que Argel, que mantiene relaciones fluidas con el Gobierno de París no solicitara que el dirigente saharaui fuera tratado de su enfermedad en suelo francés. Francia no tiene contenciosos abiertos con Rabat, mientras que desde su independencia Marruecos nunca ha dejado de tener sus ojos puestos en Ceuta y Melilla.
En qué estaría pensando la señora González Laya al facilitar la llegada a España de un personaje al que el Gobierno marroquí señala como cabeza de una organización con la que mantiene una guerra abierta.
¿Tomaría nota la ministra de lo que significa en términos políticos que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, reconociera la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental? Fuentes conocedoras de cómo se gestó el operativo de llegada de Gali a Zaragoza y su posterior traslado a un hospital de Logroño —bajo nombre falso y pasaporte argelino— aseguran que los servicios del Ministerio del Interior fueron requeridos cuando ya estaba cerrada la operación.
Este extremo lleva a pensar que, por sí misma, la ministra no habría podido culminar tan arriesgado ejercicio de funambulismo diplomático con evidentes y por lo tanto predecibles reacciones políticas. Una operación de estas características obliga a volver los ojos hacia La Moncloa, hacia Pedro Sánchez y sus socios en el Gobierno, abiertos partidarios de la causa del Frente Polisario. Visto que Rabat se siente fortalecido por el apoyo de Washington —apoyo no revocado por Biden— lo ocurrido en Ceuta puede que solo haya sido el prólogo. Todo induce a pensar que la crisis va para largo.