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M irándole el culo a una bolsa de habas ultracongeladas pidió banqueta para no caerse. El culo es lo primero que ha de mirarse hoy a todo alimento envasado porque la cara es propaganda y colorete no más. Al menos el culo dice lo que la ley le obliga a decir y, aún así, nunca lo dirá todo, pero permitirá averiguar algunas cosas: composición, aditivos, caducidad, modo de empleo, procedencia, envasador... y lo que ponía en esa bolsa de habas le alarmó al leer «Conservación: en el frigorífico, 1 día; en el congelador del frigorífico, 3 días»... efímera conservación, y se preguntó cuántos días llevarían ya en el congelador del súper y si esos cuentan o tendría que comerlas fuera de plazo... hasta sospechó que podrían llevar allí algunas semanas al no ser aquí muy populares esas habas que en Valencia echan a la paella tradicional y en León llamaban caballares dándose a las bestias de tiro y carga... así que 3 días... le vino entonces a la memoria un vídeo que circuló en redes donde aparece una señora leyendo un paquete de «Sal del Himalaya» que en la cara informa de ser una sal fósil de 70 millones de años y en el culo advierte que ha de consumirse preferentemente antes de un mes... y entonces repasó la comedia de nuestra alimentación hoy en la que somos unicamente figurantes: frutas y verduras vienen de Chile o Sudáfrica, anacardos de Vietnam, nueces de Indonesia, miel de China, gambas del Índico, legumbres de Ucrania... confirmando el atraco al agricultor en origen que enriquece a intermediarios... y dice: desde que se pueden comer cerezas en Navidad y turrón todo el año, la magia de las estaciones y el sentido de la fiesta se fueron a la mierda... y recordó cómo antes había que esperar a san Juan para los perucos o a febrero si es botillo, uvas en septiembre, ciruelas en agosto, matanzas en diciembre... así, los sabores y placeres tenían su tiempo en un ritmo anual que parecía eterno hasta anteayer, cuando inventaron los tomates sin sabor y las sandías sin pepitas... por eso solo espera oír de nuevo en las tiendas lo de «son del país»... nunca hubo mejor aval.