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Pedro Sánchez debería hacérselo mirar, porque extendiendo tanto los límites del «facherío» va a terminar por decretar que, en realidad, España entera es ultra, salvo, por supuesto, él mismo, Pablo Iglesias, Oriol Junqueras, Gabriel Rufián y Arnaldo Otegi, que son los «sanos patriotas del pueblo». Ahora, para rizar el rizo del despropósito, la ministra Ione Belarra, la nueva jefa en Podemos, pide que, «para que el diálogo fructifique», vuelva Carles Puigdemont sin someterse a los tribunales. Otro cromo más para la colección sanchista. No, este país no es facha. Al revés, es una nación moderada y tolerante. Aunque haya algunos —pocos, por cierto— personajes ultras antisistema que hacen mucho ruido gracias a altavoces engrasados con dinero público. Bien pagaos.

A la mayoría de los españoles lo que les ocurre es que están hartos de este Gobierno que mira más por lo suyo —por lo de Sánchez— que por los problemas de los ciudadanos. Hartos de que sean los independentistas, o lo más «bukanero» y friki de la izquierda, quienes tienen amarrado a un débil presidente que busca unos meses más en La Moncloa. Por eso los que protestan en la calle representan un descontento cada día más mayoritario.

Ultra es Puigdemont, ultra es Junqueras, ultra es Rufián, ultra es Otegi, ultra es Belarra: que no se confunda el PSOE.

El drama del viejo partido del puño y la rosa es que, de tanto ir de la mano con radicales que desean acabar con la Constitución y a fuerza de fotografiarse con gentes que odian a España, es su propia parroquia, esos sensatos votantes socialistas de toda la vida, la que abandona unas siglas que han perdido su identidad. Le pasó al socialismo cuando se abrieron las urnas hace menos de un año en Galicia y País Vasco. O con la sangría electoral del pasado mes de mayo en Madrid… Pero el sanchismo no aprende, es contumaz en los errores. Dime con quién andas y te diré quién eres.

Aunque, en fin, si La Moncloa es así más feliz, puede seguir cerrando los ojos y autoconvencerse de lo bien que le van las cosas con análisis simplistas como los que salían de los muros presidenciales la «feliz noche» de san Antonio: «Día redondo para Sánchez: ha vencido en las primarias socialistas en Andalucía a su enemiga Susana Díaz, Pablo Casado ha pinchado en la plaza de Colón y, además, Isabel Díaz Ayuso se ha equivocado complicando al Rey Felipe en los indultos». Al día siguiente, claro, llego el ridículo estratosférico del paseíllo con Joe Biden en Bruselas. Apaga y vámonos.