Diario de León

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Hoy es el día. El Consejo de Ministros aprobará el indulto de los 9 presos del ‘procés’. ¿Lloverán piedras? Una decisión de alta responsabilidad política y ética, dado que los beneficiados del mismo no dan señales de arrepentimiento alguno. El ministro Ábalos le ha restado importancia al término «arrepentimiento», pues le suena excesivamente judeocristiano. Pero arrepentirse no es un sentimiento exclusivo de las personas religiosas. Si no están arrepentidos tampoco en coherencia deberían aceptar el indulto de un Estado, al que no reconocen legitimidad. Dijo ayer Sánchez en Cataluña que los problemas se enquistaban porque ninguna de las partes daba el primer paso de tender la mano, y que el Gobierno estaba dispuesto a tenderla. Ojalá funcioné, pero tengo mis dudas, pues no percibo gran talla política ni humana en los indultados. El cantante country Merle Haggard estuvo implicado en su juventud en robos y delitos que le llevaron a San Quintín. Durante los años siguiente a su excarcelación llevó la marca de la libertad condicional, que le limitaba sus actividades artísticas y cotidianas. Hasta que en 1972 el gobernador civil de California y futuro presidente, Ronald Reagan le indultó. Siempre se mostró agradecido y nunca se enorgulleció de tal pasado, si bien compuso canciones a los reos y al dolor que sienten sus seres queridos. Fue un hombre religioso, en prisión había conocido al buen ladrón y al malo. Pero también que él mismo tenía dos yoes. Su carrera fue un largo acto de expiación. Creía en el perdón y en el arrepentimiento. El indulto le hizo sentirse en deuda con la sociedad. «¿Cómo me encontraste/ cómo supiste de mí/ en el agujero negro en el que me encontraba?», le preguntó a Dios en una canción. Un gran artista y un exconvicto ejemplar.

La ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, sí ha hablado de perdón: «Los indultos son la expresión de la voluntad de perdonar». Pero, como cantó Elton John: «Perdona es una de las palabras más difíciles de decir». Lo es, conlleva humildad. Al separatismo le sobra soberbia.

Por cierto, los galeotes apedrearon a don Quijote pese a que los había liberado. ¿Se liarán también a pedradas con el Estado de Derecho los hoy indultados?

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