Editorial | El fracaso de un sistema de voto interno que al PP «se le hace bola»
La tan demandada democracia interna en los partidos políticos es una de las grandes asignaturas pendientes en España. Daría para un tratado de desatinos lo ocurrido en el seno de las diferentes formaciones cuando han intentado aplicar la votación de los afiliados para la toma de decisiones. Nadie es ajeno desde que hace ya casi 25 años, en el PSOE, un joven Borrell rompía con todos los pronósticos y derrotaba al señalado como sucesor por Felipe González. La situación se hace, si cabe, más evidente en un Partido Popular al que nunca gustaron estas fórmulas pero que se vio obligado a implantarlas por la presión que generaban los hasta hace poro nuevos partidos que tanto presumían de una regeneración democrática que ni practicaron en su seno ni impulsaron en las instituciones.
Con ese panorama, el Partido Popular se ha sumido en la provincia de León en un embrollo que en el fondo sólo reedita cosas ya pasadas, como la complicación que tiene cada vez que le toca exhibir quiénes son sus verdaderos afiliados. El conflicto ya surgió en las primarias autonómicas que ganó Alfonso Fernández Mañueco a Antonio Silván. Y ahora el problema se ha suscitado quizá por la dejadez más o menos interesada que ha llevado a no poner en orden las cosas a pesar de los años transcurridos. Pase lo que pase, parece claro que el sistema sólo sirve para generar liderazgos cuestionables o cuestionados.