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Los amigos del columnista siempre andan sugiriéndole temas a tratar y este se defiende como puede y durante un tiempo funciona. Pero las amistades, cuanto más íntimas es peor, insisten en lo suyo. Entonces al columnista se le ocurre una treta para diluir sus obsesiones. Que le manden un correo con las grandes preguntas que, según ellos, marcarían nuestra actualidad y a las que la prensa no presta suficiente atención, esperando que, puestos en el trance de verbalizarlas, el asunto quede en agua de borrajas. Para sorpresa del estilita no es así. Cada uno de los párrafos que siguen reflejan algunas de esas importantes cuestiones sobre las que uno no tiene más responsabilidad que trasmitirlas sin darles crédito ni aval, adelantando sus disculpas por si algún colectivo pudiera sentirse ofendido. No valdrían como cartas al director, pero podemos considerarlas como un «micro abierto».

Los genios que desde los ministerios sometidos a las empresas energéticas se inventaron esos tramos pico y horasvalle para la facturación de la electricidad, ¿pensaron en la necesidad de caldear la casa en el invierno de León o en poner el aire acondicionado en el verano de Sevilla? ¿Por la noche? ¿En serio? Son tarifas contra la vida, únicamente guiadas por criterios de oferta y demanda, el «pay per view» aplicado no al lujo sino a lo esencial. Si el ferrocarril León-Bilbao se terminó en cuatro años en el siglo XIX y la erección del monasterio del Escorial se hizo en veintiún años nada menos que en el XVI, la autovía León-Valladolid, que comenzó en 1973, ¿será capaz la Junta de Castilla y León de terminarla para 2023 y celebrar su cincuentenario? ¿Se han comido el sol y la lluvia los miles de litros de pintura con que se coloreó Ordoño II o ha ido calando hacia abajo y ahora es verde cítrico el techo del parking que recorre las tripas de esa calle ilustrada? La impresión de suciedad y descuido de la calzada pintada es mucho mayor ahora que cuando pasaban coches. Nadie lo explica. A mí me producen algo así como un desencanto vegetal las hierbas que se echan ahora a los gin-tonics. ¿No podría añadírseles, en vez de menta, hinojo o pepino, alguna verdura con propiedades organolépticas, en la que no primase solo el sabor? ¿Qué horticultor pacato ha asesorado a la gente de la hostelería? Y no me valen cúrcuma ni chía