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Si todo el dinero gastado en foros que se sientan para concluir que necesitamos alimentar y retener el talento se hubiera empleado el alentar y mimar a los investigadores otro gallo nos cantaría, más allá de las velocidades de crucero de cuanto con el covid tiene que ver. Que ha venido a poner sobre la mesa que si se quiere se puede ser ágil. 

Pero no. La verborrea mediática y los ambiciosos planes anunciados a bombo y platillo (buena parte aspiran a pillar cacho de la partida de resiliencia europea) son a los científicos y estudiosos como la transición energética y digital y los ecoesquemas a los autónomos y agricultores. Un hermoso cielo en permanente revisión del que no acaba de caer ni una estrella. Y cuyas relucientes naves no aterrizan nunca por aquí.  Los eternos caminos divergentes de los buenos propósitos y las realidades mal armadas. 

Cómo si no entender que en el actual escenario de potenciación de todo cuanto tiene que ver con la investigación y la retención del talento se sea incapaz de prorrogar brevemente el contrato de un puñado de jóvenes investigadores que han visto su incipiente curiosidad y esfuerzo atrapados en la pandemia. Algunos (los que dependen de la Junta, el resto no, ¿cabe mayor sinsentido?) están abocados a abandonar su proyecto de los últimos meses o a trabajar por el morro, porque hay quien se agarra a un clavo ardiendo con tal de no dar una cantidad de dinero realmente irrisoria (si se compara con los rumbosos planes que anuncian) que permita a los aprendices culminar su ilusionada primera etapa en la investigación. No son trabajos cualquiera, han logrado respaldo financiero público y eso es garantía de calidad. Además, en ellos se sostiene también el avance de grupos de investigación universitarios que quedarán cojos si estos proyectos se cercenan ahora. 

No son muy numerosos, pero son vitales. Si no para el avance de la ciencia y la sociedad, que también, para alimentar (y no desincentivar) nuevas vocaciones investigadoras. 

Lo realmente sorprendente es que los jóvenes investigadores se hayan visto solos (en el campo científico) en su reclamación para mantener su financiación como ha aprobado la norma estatal. Una comunidad universitaria y científica que asiente y baja la cerviz ante absurdos como el de los nuevos investigadores privados de fondos demuestra, quizá, que tiene muy poco que aportar a la sociedad que la sostiene. Y eso no es asumible. ¡Reaccionen!