¡Es la economía, estúpido…!
Difícil aventurar cuanto dará de sí, o de no, la nueva alineación ministerial que Pedro Sánchez acaba de estrenar, pero no puede decirse que los cambios introducidos sean de escaso fuste. Lejos de una remodelación cosmética en la línea lampedusiana de cambiar lo imprescindible para que todo siga igual, Sánchez ha sorprendido a propios y extraños desprendiéndose de lo que parecía su intocable núcleo duro, a saber, la vicepresidenta Carmen Calvo, y el gran peso pesado del partido en el Ejecutivo, José Luis Ábalos. Y por si fuera poco, ha entrado en el lote el gurú de La Moncloa, Iván Redondo, que, sin ser ministro ni militante, pasaba por ser el factótum del marketing político del gobierno socialista.
Pablo Casado no ha dudado en calificar de «carnicería» la purga realizada por Sánchez, poco menos como si sintiera conmiseración por los sacrificados. Aparte de felón (Casado dixit), estaríamos ante un émulo de Pedro I el Cruel, quien en realidad no cultivó el registro sanguinario de su hermanastro Enrique, que se lo quitó de en medio de forma despiadada. Dejémoslo en que, tras haber tocado fondo en los sondeos por causa de los indultos, Sánchez ha decidido soltar lastre sin miramientos.
El objetivo de presentar una imagen renovada desentonaba con una figura como la de Calvo, de otra generación y bastante desgastada. Y el de ofrecer un rostro más atractivo con un porte político tan soez como el de Ábalos, al que el imaginario colectivo situaba con un eterno palillo en la boca. Con la defenestración de Redondo y su relevo por Óscar López, el presidente se reconcilia con el alma del PSOE, para la que el primero era un cuerpo extraño perturbador de la armonía familiar.
El problema es que sigue Sánchez, lo demás da igual, se lamenta Inés Arrimadas, que subraya que sus socios siguen siendo los mismos. Ha sacrificado a sus más próximos para salvarse él, observa otra sagaz dirigente del PP. ¿Y que esperaban? ¿Que, en lugar de despeñar a Redondo, se tirara él mismo por el barranco?
Por lo demás, el ascenso de Mónica Calviño confirma la apuesta de Sánchez por la gestión de los 140.000 millones de euros del fondo europeo para la recuperación como la gran palanca para remontar el vuelo político. «¡Es la economía, estúpido», cabría decir recordando la clave de la victoria electoral de Clinton sobre Bush.